domingo, 7 de octubre de 2007

El sentido según Franco Battiato

Ayer se publicó en la edición impresa de La Vanguardia una entrevista al artista italiano Franco Battiato, compositor, cantautor y director de cine, con motivo de la presentación de su nuevo disco, Il vuoto. Sus respuestas son breves pero, en muchos casos –y dejando de lado lo que parece una personal adhesión a la teoría de la reencarnación–, tienen algo de universal, si se puede decir. Transcribo y comento las que más me interesan en este sentido:

«Grababa éxitos de San Remo para submarcas discográficas que regalaba una revista de pasatiempos... ¿Empeño o fe?
Vivir consiste en encontrar sentido al viaje. Si crees que todo es trabajar, gastar, hacer el amor, comer y dormir, traicionas la vida. Si tienes un don, debes explorarlo.»

Explorarlo, que no explotarlo. (Hay que ver lo que cambian las cosas por una letra.) Si vivir apegado a las apariencias es traicionar la vida, ¿en qué medida se puede decir que vivimos? Para Battiato, encontrar sentido al viaje parece ir ligado, naturalmente, a la creación artística; de ahí, creo, lo del "don". Pero todos, artistas o no, tenemos una obra de arte por sacar a la luz. Como Miguel Ángel con su David. Franz Kafka lo dice así: "Ábrete. El ser humano saldrá al exterior. Respira el aire y el silencio". Para ser fiel a la vida, o a aquello de donde surge la vida, es menester viajar, explorar; para lo cual, un buen comienzo es, por insignificante que parezca, respirar el aire y el silencio.

«¿Usted ha hallado el sentido?
He encontrado percepciones de existencias superiores ante las que toda la vida terrestre es nada. Hay momentos en que una intensidad de luz o una rosa que se abre frente a ti te hacen entender el verdadero sentido de todo esto, te hacen entender lo que es dar. Son esas cosas insignificantes las que te indican que la vida real es otra cosa.»

Me parece muy bella la asimilación que, desde su experiencia, Battiato hace del "sentido de todo esto" al dar, en lo que coincide con las grandes tradiciones de sabiduría de la Humanidad. Esto prueba que, donde hay sensibilidad, la percepción de la realidad es, en el fondo, universal.

«¿Cómo y cuándo adquirió esa consciencia?
Hace veinte años me reencontré con mi maestra de la infancia y me devolvió una redacción que escribí con 9 años: "Yo, ¿quién soy?".»

Con 62 años, Battiato, como cualquier hombre, sigue haciéndose la misma pregunta que a los 9. ¿Con cuántas ilusiones evadimos esa pregunta a lo largo de la vida? Tal vez, pese a nuestro desconcierto, todo confluya hacia esa pregunta –y hacia su resolución– por caminos que escapan a nuestra comprensión.

«¿Qué ha sido lo difícil?

Comprender que el pensamiento va siempre en contra del hombre. Me refiero a esos pensamientos negativos que se repiten y se repiten en nuestra mente, que nos constriñen y nos sumergen en un estado de confusión y de duda.»

Pero tal vez, me digo, la duda no sea en el fondo algo negativo: no hay mal que por bien no venga, y Dios siempre saca de un mal un bien aún mayor. Por otro lado, reconocer que "el pensamiento va siempre en contra del hombre" supone concebir lo humano como algo muy distinto de esa imagen que tenemos de nosotros mismos. ¿Pero quién es, entonces, el hombre verdadero? ¿No le hace eso sentir a uno desorientado? Ahí hace falta fe.

«¿Qué ha buscado usted?

Siempre lo mismo: buscar. Casi siempre el buscar es mejor que el encontrar. (...)»

Y acaso no haya encontrar sino en el buscar. ¿Por qué proyectar metas más allá de la realidad presente? Como diría un budista, "la Tierra Pura no está lejos", o "Nirvana está ante nuestros ojos"; como se diría en cristiano, el Reino de Dios está cerca, tanto, que está dentro. Aquí y ahora, ya en el buscar.

«¿Usted es budista?

Estoy muy próximo, pero me gustan todas las religiones porque en todas hay algo extraordinario. Si eres un verdadero músico sabes que en esta disciplina está la posibilidad de tocar planos superiores de existencia. La música te hace entender que la materia es sólo una pequeña parte del universo.»

Como artista sensible y abierto, Battiato sabe –saborea– que hay más aparte de lo que vemos. Independientemente de las palabras con las que interpreta su percepción, muestra con ellas, me parece, esa posibilidad que el arte ofrece de asomarse al misterio y crear desde esa apertura.

A propósito de su aparente adhesión a la teoría de la reencarnación, que mencioné al principio y a la que Battiato aludía en otras respuestas que no he reproducido: Enrique Bustamante de das Mystische comentaba hace poco otra respuesta de Battiato: "Preguntarme si creo en la reencarnación es como preguntarme si creo en la vida. No es algo racional, pero lo comprendes al mirar los ojos de un niño. He visto niños viejos de dos mil años". Quizá, como sugería Enrique, la pregunta estaba mal planteada. En todo caso, y con independencia de las interpretaciones que el artista italiano haga de su percepción, ésta transmite una sensación que muchos podrían también experimentar. ¿Qué hay en esas miradas antiguas como el mundo? ¿"Qué misterio habrá", como cantaba Raphael sobre los secretos aún velados de la noche? Seguramente, para Battiato –y, por qué no, para todos según la palabra elegida–, música.

miércoles, 3 de octubre de 2007

¿Cómo no hablar del Ser?

César Vallejo escribió, el 5 de noviembre de 1937, el siguiente poema:

UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO...

Un hombre pasa con un pan al hombro
> ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

Parece que para Vallejo, tras presenciar el sufrimiento humano y sentirlo y asumirlo como propio, las consideraciones de índole filosófica devienen vanas, un ejercicio estéril de especulación sin alcance efectivo alguno para paliar los males del otro. La compasión le mueve, si se puede decir, a descender de la cabeza al corazón, y también de lo abstracto a lo concreto. El arte, el pensamiento, la literatura, la metafísica se tornan actividades imposibles ante la constatación de la miseria acuciante del ser humano, que a uno le interpela como con un grito, acaso el mismo al que el autor apela en el último verso.
Son los versos marcados en negrita los que más me interesan aquí, porque creo que aluden más propiamente que los demás a las preocupaciones más radicales (¿espirituales?) del ser humano, que siempre tienen que ver con una pregunta esencial: ¿quién soy yo? Me parece que esta cuestión, fundamental, tiene, contrariamente a lo que podría parecer, una relación muy estrecha con ese lamento de Vallejo ante el sufrimiento humano.

A ver si me explico: Vallejo, creo, es muy certero –es simplemente consecuente con aquello que le mueve– al centrarse en lo concreto del dolor del otro, y uno no podría hacer otra cosa ante ello que abandonar el nivel especulativo y dar pan al hambriento y agua al sediento. Pero, al mismo tiempo y sin contradicción alguna, creo que la resolución del sufrimiento y la miseria de este mundo pasa por esa búsqueda profunda del Ser, por esa pregunta esencial de la que, a veces, conviene hablar.

Una referencia al budismo que me viene ahora a la mente: la primera Noble Verdad que anunció el Buda es: «el sufrimiento existe». Algo muy concreto, que a él mismo le indujo a andar el camino que le llevó a la resolución del problema del sufrimiento.

Y, en el Evangelio de Juan (4, 13-14), dice Jesús a propósito de la sed (identificable, quizá, con el deseo que, para el Buda, constituye la causa del sufrimiento):

«Todo el que beba de esta agua,
volverá a tener sed;
pero el que beba del agua que yo le dé,
no tendrá sed jamás,
sino que el agua que yo le dé
se convertirá en él en fuente de agua
que brota para vida eterna.»

Ante la constatación del sufrimiento del prójimo, ¿cómo hablar del Ser? De acuerdo. Pero además: ¿cómo no realizar el Ser?