miércoles, 30 de diciembre de 2009

Sobre la atención y la dispersión en el mundo actual

Creo que es un hecho que a los niños y a los adolescentes de hoy les cuesta cada vez más estar atentos a una sola cosa durante un período más o menos razonable de tiempo. Lo puedes ver cuando interactúas con ellos. Sobre todo les ocurre a muchos adolescentes: están a menudo dispersos, tienen muchos frentes abiertos, están pendientes de muchas cosas, y eso genera, para empezar, problemas de aprendizaje en la escuela. Pero se trata de un problema que nos afecta a todos y me parece que está aumentando.


Las causas

Es un fenómeno multifactorial, pero creo que la razón fundamental es ésta: la sociedad fomenta la dispersión, de forma consecuente con la cultura egoica de la que es expresión. Vivimos en una sociedad en la que somos bombardeados por múltiples fuentes de información desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Tenemos acceso a muchísima información a través de los medios de comunicación, y la información viene a nosotros aunque no la busquemos. La publicidad está en todas partes, invadiendo nuestro espacio personal. Los móviles, Internet, forman parte de nuestra vida diaria y se vuelven con facilidad adictivos. Se nos ofrecen múltiples formas de ocio para escapar del vacío que sentimos. Y las generaciones que viven de esta manera transmiten esa forma de vivir a sus hijos. La televisión, que para bien o (más a menudo) para mal es uno de los tres pilares actuales (junto con la familia y la escuela) de la educación de los niños, muestra unos modelos que llevan a error, que fomentan una manera de vivir que produce infelicidad, porque surgen de la inconsciencia, del ego o lo que es lo mismo, de los intereses económicos de los grupos empresariales que hay detrás. A los que controlan la televisión les interesa única o principalmente el índice de audiencia, porque en esta cultura lo primero es el beneficio propio, acumular riqueza, el deseo de más, e interesa que el público haga funcionar esa maquinaria. Vivimos en una civilización gobernada por el ego que alimenta al ego, la inconsciencia, la dispersión, más que nunca antes en la historia de la humanidad. De esta manera, se puede manejar al pueblo mucho mejor. A más inconsciencia, menos libertad.


La dispersión es un problema

Últimamente he leído y oído algunos comentarios que presuponen lo siguiente: esta dispersión de los niños y adolescentes (y de los adultos), esa capacidad o hábito de estar constantemente en muchas cosas al mismo tiempo, no es negativa o incluso es positiva. Según este modo de verlo, simplemente ocurre que las cosas cambian y las personas se adaptan al medio, así que el fenómeno puede ser incluso positivo para la evolución del ser humano. O, simplemente, no se juzga el fenómeno, siguiendo esa línea relativista de nuestro tiempo que se niega a reconocer la verdad de cualquier valor.

Yo creo que esa dificultad para estar atento a una sola cosa es un grave problema, que esa dispersión genera dificultades e infelicidad. ¿Por qué? Porque la dispersión es expresión de la inconsciencia y genera inconsciencia. Estar en muchas cosas al mismo tiempo significa que no estamos realmente en ninguna. Somos menos conscientes porque estamos identificados con la multiplicidad del mundo exterior y con la superficialidad de la mente pensante, y perdemos el contacto con la profundidad del mundo interior. Hacer varias cosas al mismo tiempo, como por ejemplo comer y ver la tele, o estar en diez asuntos a la vez al conectarse a Internet (el trabajo, el messenger, las descargas, varias webs abiertas en el navegador, la música...), todo eso provoca fácilmente que nuestra mente esté distribuida en muchos puntos del exterior y nuestra energía dispersa e inefectiva, con lo cual no nos enteramos de lo que estamos haciendo, no nos centramos en nada y nos perdemos en la inconsciencia. Una cosa nos lleva a otra, un enlace nos lleva al siguiente y, cuando nos damos cuenta, estamos en una web que no tiene nada que ver con lo que nos habíamos propuesto buscar en un principio. Hemos caído en la inconsciencia, nos hemos dejado controlar por el medio en lugar de utilizarlo como herramienta. Y, por tanto, somos menos libres.


La dispersión genera infelicidad

¿Por qué la dispersión es garantía de infelicidad? Porque sólo a través de centrarse en lo concreto está uno en contacto con la interioridad y con los pies en la tierra. Sólo metiéndome en la cosa concreta que estoy haciendo me vuelvo más consciente, más despierto y por tanto más libre de los condicionamientos que me limitan a respuestas automáticas. Cuando vivo en el presente, la mente se aclara, los pensamientos se acallan, las emociones que oscurecen la mente se diluyen, y sencillamente surge un bienestar natural que de otro modo no es posible experimentar. Cualquiera puede hacer la prueba para verificarlo por sí mismo: no hay nada mejor para superar un estado mental destructivo que poner toda la atención en lo que se está haciendo en el presente. El presente es esa situación o esa actividad concreta que hay o que estoy haciendo en este momento. Por lo tanto, cultivar la atención a lo concreto favorece la felicidad y la libertad interior, mientras que cultivar la dispersión genera sufrimiento e inconsciencia.

Esto se ha sabido siempre, y siempre se ha fomentado esta manera de vivir en lo concreto, de distintas maneras, desde las tradiciones espirituales y a través de las culturas tradicionales basadas en la interioridad (sobre todo en Oriente). Es una de las cosas que en la cultura moderna se han perdido y a las que se ataca sistemáticamente desde el modelo consumista y capitalista, porque este sistema es fundamentalmente un sistema antiespiritual, materialista y egoísta. Falta la dimensión espiritual, ese aspecto fundamental de la vida humana que nos sostiene y nos hace crecer de verdad. Esta dimensión espiritual se cultiva a través de la atención. Por eso creo que, si este sistema sigue por el mismo camino, generará más y más sufrimiento para todos.


Soluciones

Para atajar este problema, tendríamos que actuar desde varios frentes. Algunos ejemplos que se me ocurren. Mientras la televisión siga fomentando modelos erróneos que alimentan la ilusión egoica, deberíamos controlar el tiempo que nuestros hijos pasan viéndola, así como los contenidos. Desde la familia, además de sembrar unos valores auténticos basados en el amor y el respeto, se debería procurar enseñar a los niños a vivir en el presente, a hacer sólo lo que están haciendo en este momento y no muchas cosas a la vez y ninguna en profundidad. Por ejemplo, apagar la tele a la hora de comer: en ese momento, lo que toca es comer y nada más que comer. Es simple pero efectivo. Es respetar la comida y el comer, y a uno mismo. En el campo de la enseñanza, lo que podríamos hacer es ofrecer a los alumnos un espacio distinto, alejado de los valores tóxicos del sistema, un espacio donde se les permita hacer justamente lo que están haciendo. Ayudar a los niños a que se den cuenta por sí mismos de que la cosa concreta merece respeto y atención redunda en la construcción de personas más maduras y respetuosas, más conscientes y más libres.

En educación, se está fomentando, por decreto, el uso de las TIC o nuevas tecnologías en el aula. Podríamos entrar en el asunto de por qué se está fomentando. Bajo mi punto de vista, está claro que lo que hay detrás son los intereses económicos puros y duros del sistema: hay que sostener una industria, hay que dar salida a unas inversiones, hay que alimentar este sistema donde priman la productividad y el consumo desmesurados, porque si no se desmoronaría. Este progreso es una maquinaria inconsciente que no hay quien la pare y que posiblemente va directa al colapso.

Pero siguiendo con este tema, la inclusión de las TIC no tendría por qué ser algo negativo, si sirviera para enseñar a los niños a utilizarlas conscientemente. Pero, si sirve para introducir esa dispersión también en el aula, simplemente agravará el problema. Incluir Internet, el messenger, los sms o la consola de videojuegos Wii como métodos de enseñanza es peligroso en ese sentido, y el profesor debería actuar muy conscientemente en su trabajo para evitar que la influencia dispersora que esos medios tienen en el mundo actual se cuele en el aula. ¿Qué mejor regalo, qué mejor aportación pueden hacer los profesores a los alumnos que brindarles la oportunidad de vivir unas horas al día en un espacio libre del ruido exterior, un espacio de sencillez y concreción donde puedan aprender a vivir de otra manera, aprender a vivir en el presente a través de lo que estén haciendo? Escribir en un papel con un lápiz o en una pizarra natural con una tiza es, además de mucho más barato y sostenible que el tablet PC y la pizarra digital, una manera de vivir en contacto (con las manos, con el cuerpo) con la realidad física, corporal, natural, concreta que nos rodea, en lugar de correr el riesgo de perderse en ese reflejo del mundo mental que es lo virtual. Pero el tema de las TIC da para una reflexión aparte y lo dejo para otro momento, además de que no tengo experiencia como para hacer un juicio consecuente.


Cultivemos la atención

En conclusión, creo que, si queremos una sociedad sana que sirva de apoyo para la maduración de las personas, si queremos una sociedad de personas maduras, felices, respetuosas, solidarias, una acción muy valiosa y fructífera será cultivar y fomentar la atención a lo concreto en lugar de la dispersión. No es ninguna tontería. Es, seguramente, incluso una cuestión de supervivencia. Sólo haciéndonos más conscientes en nuestra vida cotidiana, recuperando el vínculo con la dimensión espiritual del ser humano, cultivando así el respeto por nosotros mismos, por los otros, por las cosas, por la Tierra... la especie humana tendrá futuro sobre la faz de la Tierra. Y, en eso, creo que la atención tiene una relevancia fundamental.

What am I searching for?


¿Qué estamos buscando en Internet? Muchas veces, como el de la viñeta, no tenemos ni idea. ¿Qué buscamos en las nuevas tecnologías? Quizás a veces no las usamos conscientemente como herramientas, sino que nos estamos buscando a nosotros mismos, sin saberlo, en el lugar equivocado.

[Humor ácido sobre el efecto de las nuevas tecnologías en nuestra vida, en la tira semanal Techno Tuesday, de Andy Rementer.]

martes, 15 de diciembre de 2009

Tres novelas

Leídas en los últimos meses:

La Serpiente Uróboros, de E. R. Eddison (1922). Esta novela la empecé y la dejé aparcada hace tres años. Si entonces el inicio me resultó poco interesante y algo cargante –problema de las expectativas, supongo–, en esta ocasión sin embargo ha fluido desde el principio, ganando interés y emoción a cada capítulo. Dicen que es fantasía épica o heroica, si bien no tiene mucho que ver ni con Tolkien ni con Howard. Yo creo que es más una recreación de los poemas épicos clásicos y los libros de caballerías, con mucho de ejercicio estilístico y un encantador tono arcaico que recorre la obra con gusto. Hay algo de fantasía moderna pero también algo de aquellos símbolos y alegorías medievales, y discursos tradicionales y aun filosofía, todo en una medida adecuada para no resultar anacrónico. Delicioso me pareció su tono poético, y la belleza descriptiva, prácticamente prerrafaelita: ese detallismo y morosa complacencia a la hora de describir casas, ornamentos, jardines, parajes naturales y la notable ascensión de la montaña. Y la música...

Ilión (2003), de Dan Simmons. Extensa y compleja, resulta sin embargo absorbente, amena y emocionante. Compruebo la habilidad profesional del autor, a quien no conocía. Tejer un tapiz con tan dispares elementos no ha de ser cosa fácil: la guerra de Troya, la ciencia-ficción más al día con los descubrimientos y las teorías de la física cuántica, Shakespeare y Proust discutidos por IAs colonizadoras de las lunas de Júpiter, un mundo feliz de ociosos eloi, Marte terraformado, posthumanos deshumanizados que juegan a ser dioses griegos y un montón de incógnitas que sólo son desveladas en pequeñas dosis y poco a poco. Lo más interesante para comentar, fuera del aspecto lúdico, creo que es la extraña (y descontextualizada) pero ingeniosa utilización de ideas de Teillhard de Chardin (noosfera, logosfera) y ante todo la filosofía subyacente a esta historia ficticia del futuro: manipular la naturaleza mediante la ciencia con el fin de "mejorar" al ser humano es peligroso, tanto que podría tener consecuencias terribles. Bien es cierto que el autor no llega a tomar una posición ética explícita frente al problema. El lector es libre de juzgar. Pero hablemos de ello en el párrafo siguiente.

Olympo (2005), continúa y culmina la trama de Ilión. (Por cierto, ¿por qué traducir el título Olympos como Olympo? El editor explica que trataron de mantener la diferencia que supone la variación elegida por el autor frente a Olympus. Pero Olympo no existe en español.) Como decía, el autor no parece juzgar, al menos directamente, los despropósitos de los "dioses" posthumanos, su uso desproporcionado de la ingeniería genética y la nanotecnología para aumentar su poder y manipular a los seres humanos y al ecosistema terráqueo. Bien, se habla de locura. Lo cierto es que hay tantas voces y puntos de vista que es difícil quedarse con uno predominante. Se ve la denuncia de la locura del ser humano (ese Zeus superegoico que parece acabar personificando el grado máximo de locura humana) y se ve el disfrute y la fascinación (y la preparación) del autor por la anticipación científica. En Olympo, la trama tarda más en arrancar y el desenlace no me pareció el gran final que uno esperaría después de semejante despliegue de argumentos interconectados, pirotecnia olímpica y narración épica (muy hábil y fiel a la homérica por cierto). Ha de ser difícil resolver satisfactoriamente semejante tinglado literario. En todo caso, el resultado no es decepcionante. Habría mucho para conversar sobre muchos aspectos de este dúo de novelas, pero prefiero no desvelar en este post ciertos puntos. Las disfruté ambas, de manera algo parecida a como he disfrutado también las novelas de Tim Powers: un gran conocimiento y amor por los clásicos de la literatura por parte del autor, un gran sentido del humor y la habilidad para jugar con los límites de la realidad limitada que la mente racional admite.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Tres películas

• Solaris (Andrei Tarkovsky, 1972): Una obra de arte. A veces con una apariencia desaliñada, sucia y acaso un poco descuidada, todo eso sin embargo resulta ser la manifestación perfecta de la creatividad del director. Absorbente, su belleza se va haciendo crecientemente visible a la par que el misterio y la intensidad de los sentimientos de los personajes. Tarkovsky se lo toma con calma, dedica tiempo a mostrar cada escena, y a veces despista y sorprende con pasajes cotidianos que se desarrollan con naturalidad hacia el surrealismo. Consigue expresar realidades que no es fácil encasillar como simples sentimientos. Hay ahí un misterio, parece indicar a veces la danza de imagen y sonido. En este sentido, pienso en 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) como lo más cercano que he visto, aunque es muy diferente. En Solaris hay más palabra, más reflexión y sentimientos, aunque posiblemente no menos poesía. Si la comparación no tiene mucho sentido en realidad, quizá tampoco con la novela de Lem. Es bastante fiel al espíritu y a la trama, aunque no recuerdo todos los detalles. En cuanto a la versión de Steven Soderbergh (sigo comparando), la recuerdo mucho más emocional y mucho menos profunda que ésta de Tarkovsky. Si en la primera versión lo más importante es aquello de la búsqueda de espejos donde mirarse, en la nueva la cosa quedaba reducida a algo mucho más sentimental. Lo anoto porque no me parece poco importante y me pregunto: ¿por qué hubo en los 60 y 70 tan desbordante e increíble creatividad?; ¿es real esa sensación que tengo de que en las décadas siguientes han primado en el arte dimensiones más sentimentales y fáciles y no se han alcanzado aquellas profundas y sutiles exploraciones?

• Vi por fin Ponyo en el acantilado (Hayao Miyazaki, 2008). Creo que es la más dirigida a un público infantil. Lo que no la hace necesariamente menos disfrutable para un adulto. Es tan bella, viva y desconcertante como las demás películas de Miyazaki, y quizá más misteriosa. Me explico. Me parece que es más difícil coger la película y decir ah, ya la tengo, y desmenuzarla y ver sentidos y explicarla. Quizá porque es más genuinamente un cuento. Y me parece muy bien. En relación con esto, me parece muy poética y musical y... visual. Más un poema audiovisual que una historia, a pesar de ser un cuento con un argumento más o menos lineal. La escena de Brunhilda cabalgando las olas es... gloriosa. ¿Lo habría sido más con la música original de La Cabalgata de las Valkirias de Wagner en lugar de la versión de Hisaishi (muy hábil y digna por cierto)? No sé. Miyazaki sigue siendo vehículo para la llegada a la animación de la luz de una profunda creatividad.

• Otra de animación que vi hace meses: Ghost in the Shell 2: Innocence (Mamoru Oshii, 2004). No memorable, pero tiene sus puntos. El componente filosófico del cyberpunk es el que más peso tiene en ésta, creo, por encima de la tecnología, la violencia y el cine negro (que también están). A tal punto que requiere una especial atención para no perderse en los diálogos, a veces enrevesados pero bastante interesantes. Destacaría esa alusión a la (peligrosa) proyección del ego en los otros (en las ginoides, en el perro, en los hijos...).

viernes, 16 de octubre de 2009

Conexiones

Pilato preguntó a Jesús: «¿Qué es la verdad?»; pero Jesús no respondió [Juan 18, 38]. ¿O sí respondió?

* * *

«Un monje le preguntó a Shigui:
–¿Cuál es el primer principio?
–Lo que acabas de preguntar es el segundo principio –contestó Shigui.»

(De la tradición Zen china.)

* * *

«El Tao que se puede decir no es el verdadero Tao.»

(Del Tao Te Ching.)

viernes, 2 de octubre de 2009

La filosofía de las montañas

«–Sin duda –dijo–, las grandes montañas del mundo serían un buen remedio contra el descontento y la ambición de nuestros tiempos, si los hombres lo conocieran. En estos montes está la fuente de la sabiduría. Están arraigados profundamente en el tiempo. Conocen las costumbres del sol y del viento, los pies ardientes del rayo, el hielo que rompe, la lluvia que cubre con su manto, la nieve que rodea su desnudez con una sábana más suave que si fuera de linón fino; y si bien su gran filosofía no se pregunta si es una sábana nupcial o una mortaja, ¿acaso no se justifica su calma despreocupada a cada año que transcurre, y no es un ejemplo que deberá hacernos olvidar y reírnos de nuestros cuidados?, a nosotros, niños del polvo, niños de un día, que nos cargamos con tantas cargas y cuidados, con miedos, deseos y maquinaciones tortuosas de la mente, de modo que nos hacemos viejos antes de tiempo y nos cansamos antes de que se cumpla el breve día y nos coseche la guadaña como premio de nuestras fatigas.»


Habla el señor Gro, en el capítulo XXV de La Serpiente Uróboros, novela fantástica de E. R. Eddison publicada en 1922.

Las montañas son un ejemplo para nosotros, tal como lo son los árboles.

jueves, 27 de agosto de 2009

Dejarlo todo por la verdad

Comento unos fragmentos entresacados de Echar raíces (1943), texto de Simone Weil.

«Dios se da al hombre gratuitamente y por añadidura, pero el hombre no debe desear recibirle. Debe entregarse totalmente, incondicionalmente, y por el motivo único de que tras haber errado de ilusión en ilusión en la búsqueda ininterrumpida del bien, está seguro de haber discernido la verdad volviéndose hacia Dios.»


Dice ilusión donde podría haber dicho pecado. El pecado no es más que caer en la ilusión. Simplemente, pecar es "no acertar con el sentido de la existencia humana", como explica Eckhart Tolle. Se prepara otra flecha y se tira de nuevo al blanco.

Más:

«Hay que desearle primero como verdad, y sólo a continuación como alimento.»


De acuerdo con Weil, se trata de volverse hacia la verdad, no de desear la solución a nuestros problemas como una necesidad. Esto me recuerda a una cosa que leí a Guénon, algo que podríamos traducir a un lenguaje actual así: al buscador espiritual honesto no le interesan los consuelos, sino la verdad.

Weil y Guénon parecen ponerlo difícil, pero creo que tienen razón en esto. No obstante, por otro lado casi todo el mundo tiene, desde cierto punto de vista y al menos temporalmente, un ego que busca consuelos. Lo uno no quita lo otro. Dejemos al Espíritu hacer su faena. Lo fundamental, en lo que dicen los dos autores, me parece que es la actitud, la disposición que ha de haber en el buscador espiritual honesto: la aspiración a la verdad, a pesar de que desde cierto punto de vista aún haya uno que se ilusiona y busca consuelos, en mayor o menor medida.

En esta línea, Simone Weil llega a decir algo, en el mismo texto, que puede parecerle fuerte a alguien religioso, pero que, pienso, es totalmente certero:

«Pues para que el sentimiento religioso proceda del espíritu de verdad hay que estar totalmente dispuesto a abandonar la propia religión, aunque se perdiera por ello toda razón de vivir, en el caso de que fuera algo distinto de la verdad.»


Esto no significa que haya que abandonar la propia religión, sino justamente lo que dice: que hay que estar totalmente dispuesto a abandonarla si fuera algo distinto de la verdad; porque sólo interesa la verdad. Se trata de abandonar el apego, que también toca a la religión como sistema con el que uno se puede identificar, perdiendo de vista la búsqueda de la verdad.

Eso implica también, creo, que hay que estar dispuesto a considerar la religión del otro como legítima en sí, y no como un error. Cuando yo estoy en lo cierto y los demás están equivocados, es que he perdido de vista la verdad.

Cristo lo dice bien claro, creo, cuando invita a dejarlo todo para seguirle.

viernes, 22 de mayo de 2009

La gran riqueza de dar

«¡Darme, darte, darnos, darse!
No cerrar nunca las manos.
No se agotarán las dichas,
ni los besos, ni los años,
si no las cierras. ¿No sientes
la gran riqueza de dar?
La vida
nos la ganaremos siempre,
entregándome, entregándote.»


Pedro Salinas, Razón de amor, vv. 1922-1930.

sábado, 21 de marzo de 2009

Propongo

No vivamos la vida como lucha, sino como juego.

viernes, 20 de marzo de 2009

Recomendaciones

• Leer este artículo: "Positivar la crisis", de Jordi Pigem, en La Vanguardia. Creo que es lo más lúcido y profundo que he leído sobre la crisis económica y lo que hay detrás: según el autor, una crisis de percepción.

• Ver esta película: Cerezos en flor, de Doris Dorrië, a ser posible en el cine, antes de que desaparezca de las carteleras. Preciosa, sensible e inteligente.

• Leer este libro: Un nuevo mundo, ahora, de Eckhart Tolle. Con un lenguaje actual y asequible para todo el mundo –y en sintonía con la sabiduría tradicional–, desenmascara de manera efectiva las estructuras y el funcionamiento del ego humano. Hay (y circula por la red) una conferencia que el autor dio en Barcelona, también recomendable, a raíz de El poder del ahora, su anterior libro; se puede ver una buena muestra en Youtube.

lunes, 16 de marzo de 2009

Dos cosas

1) "Todo tiene un propósito noble". Lo decía en un post anterior. Si admitimos por un momento esas cinco palabras combinadas como soporte provisional para la reflexión, uno se puede preguntar: si es así, ¿dónde está el propósito noble de las armas, de la violencia, de las guerras? Bien, seguramente un renacentista justificaría: "que pues avía de aver malos, buenas fueron [las armas] para defendernos dellos" (Fernán Pérez de Oliva, Diálogo de la dignidad del hombre). Uno, hoy, podría inclinarse a contestar: el propósito noble (el destino) de las armas es dejar de usarse, oxidarse; el propósito (el destino) de las guerras y la violencia es acabar; el de los campos de batalla, florecer. Y diría que eso está bien encaminado. Por otro lado, todo esto no es más que un juego de palabras: ¿qué sé yo cuál es el propósito de las cosas? Pero, por seguir con el juego, me parece que sí se puede hablar de un propósito noble del sufrimiento. O, en otras palabras, las líneas argumentales del sueño son múltiples, se nos escapan; pero el auténtico propósito de todo esto es el despertar.

2) Oído el otro día en el autobús, en voz alta y clara y predicadora, inesperadamente, sorprendiendo a la gente: "Jesucristo dice: Fuera de mí, no hay ningún dios que salve". Sin entrar, por supuesto, en las buenas intenciones de esa persona, reflexiono. ¿Qué significa esa frase? Si la entiendo en su sentido profundo, parece perfectamente verídica: fuera de la única realidad, fuera del único viviente (que podemos llamar Cristo, pero también con otras palabras, y ninguna le hará nunca justicia), no hay ni puede haber otra cosa; la salvación viene de ahí, de esa instancia, y sólo de ahí. Bien. Pero ¿qué entiende quien dice la frase? Es importante, sobre todo, para él. Porque uno también puede entender lo que quiera entender, por ejemplo: "Nuestro dios es el único dios que salva", lo que equivale a decir: "nuestra religión es la única verdadera; por tanto, los demás están equivocados". Parece peligroso: ¿quién habla ahí? Aquí, no desentonaría quizás aquello que decía Hernán de Esperando nacer el otro día: "Todos nuestros planes merecen frustrarse", es decir –interpreto–: mientras sean los planes interesados de un ego (individual o colectivo), en lugar de un abandono en alas del viento que sopla donde quiere. En cualquier caso, no hay que subestimar el efecto que determinadas frases, caladas o no por quien las dice, pueden tener en la persona que escucha.

miércoles, 11 de marzo de 2009

¡Cuida bien de este día!

Este breve texto abre el Diario de un poeta reciencasado de Juan Ramón Jiménez:

SALUDO DEL ALBA

¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve trascurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura.

El día de ayer no es sino un sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, de este día!

(Del sánscrito.)


Me dicen que nadie sabe si el texto es de Juan Ramón o de otra fuente, por lo que supongo que podemos interpretar la referencia al sánscrito como una señal que apunta vagamente al saber hindú o budista, a alguna lectura que el poeta habría hecho suya, devolviéndola al mundo en su bella prosa.

Empezaba a haber curiosidad por la sabiduría oriental desde los años 50 del siglo XIX. Eran los años de las malinterpretaciones de los primeros orientalistas y los teosofistas. Cierto modernismo estuvo vinculado al mundo del teosofismo*. Por otro lado, Juan Ramón había traducido a Tagore, y tuvo en Nueva York un encuentro con Ananda K. Coomaraswamy, como vimos (aunque no me consta que fuera algo más que un encuentro casual). En cualquier caso, es claro que tenía un interés más o menos profundo por lo oriental, como era natural en un intelectual de su tiempo, y seguramente en función de eso hay que ver el "Saludo del alba".

Lo cierto es que el texto me suena tradicional y modernista a la vez, y puedo conectar con él desde las dos perspectivas, una más espiritual y la otra más vitalista, por decirlo de algún modo; seguramente, es una distinción vana. Tiene algo de la luz de la sabiduría tradicional, y algo del color del modernismo, todo mezclado. Verdaderamente, el consejo de Juan Ramón es un buen consejo. Cada día es la vida entera. Despertar cada mañana es como nacer a un nuevo día, y dormir es como un morir y un adentrarse en la tiniebla de lo ignoto. Está ahí de algún modo también el carpe diem latino, pues en el fondo la espiritualidad se trata de lo mismo en todas partes: vive el momento presente, aprovecha el día, vive cada instante con plenitud, abierto, despierto a la belleza que hay en todo. El pasado y el futuro no existen sino en la mente, pero vivir en el presente –viene a decir quizá más con un sentido poético Juan Ramón– ilumina pasado y futuro. El poeta lo dice con una palabra tierna, amorosa: cuidar. Cuidar de este día es cuidar de nosotros y de todo; es vivir con respeto ante todo. ¡Cuidemos bien de este día! Porque es, de hecho, el único día que hay.

[*]: Unas palabras sobre el teosofismo. René Guénon analizó, denunció, desenmascaró este movimiento pseudorreligioso nacido en el siglo XIX en El teosofismo: historia de una pseudorreligión. La valoración de Guénon es claramente negativa: señala, entre otras cosas, que los teosofistas hicieron una lectura de las doctrinas orientales falsa, desnaturalizada, distorsionada. El análisis de Guénon parece lúcido, profundo y minucioso, ceñido a una lectura rigurosa de los textos tradicionales. Sin embargo, creo que no es conveniente quedarse en una lectura exclusivamente negativa de los acontecimientos. El propio Guénon reconocía que no todo era fraude, que algunos teosofistas habían tenido una intención honesta, y eso, me parece, es un dato importante: la intención tiene quizás una importancia acaso más grande de lo que solemos juzgar. En todo caso, el Espíritu sabe muy bien lo que hace, y nuestros juicios no son más que eso: juicios humanos y contingentes. La venida de Oriente a Occidente es un hecho importantísimo, trascendental. De que el teosofismo fue, en parte, un intento de ese acercamiento, creo que no hay duda. Que fue un intento precario, torpe y poco serio, probablemente contaminado desde el principio por la malinterpretación de ideas tradicionales e incluso por el fraude, parece claro. Pero nada es blanco ni negro y todo tiene su lugar. Por ejemplo: posiblemente y en parte debido a aquello, el propio René Guénon y Ananda K. Coomaraswamy, entre otros, comenzaron un trabajo de estudio y difusión de las doctrinas tradicionales desde una perspectiva más seria. Y sin duda en aquella confusión de nuevos espiritualismos había ideas interesantes y, desde luego, legítimas en sí. En fin, el entramado de las cosas, las relaciones entre los acontecimientos, se nos escapan. El Espíritu sabe muy bien, sin duda, las vueltas que tiene que dar la historia, y la función de cada cosa en el todo.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Puntuar

Últimamente, en internet, todo se puede puntuar. Discos, libros, artículos, noticias, opiniones... Todo se somete a la puntuación democrática del público, que para eso somos ciudadanos, inteligentes, y libres, para puntuar las cosas del 1 al 10... Es una de las mejoras sociales de la red, como el etiquetado, el exhibicionismo del ego o las listas de cosas favoritas.

(Nada hay malo en sí, por otra parte, y a todo se le puede dar un giro creativo, pues todo tiene un propósito noble, que espera oculto a que alguien lo desvele... me parece.)

Hay algo en nosotros que se siente muy a gusto puntuando. Qué placer siente eso cuando su valoración de la realidad queda inmortalizada (o eso le parece) en el cambiante juego de luces de la pantalla, eso tan efímero. Es la vieja manzana del árbol, el "me gusta" y el "no me gusta" del niño, con ínfulas intelectuales a veces. Eso que en nosotros disfruta etiquetando, fotografiando, separándonos de las cosas, poniéndonos las cadenas, eso ha encontrado en internet un espacio de proyección de ensueño (por su aparente falta de límites materiales). Como el pez en su red.

(Actualización: No hagamos concesiones a la negatividad. Hay que señalar que el asunto del puntuar, pese a conllevar un importante componente de ilusión y falsedad, puede tener su utilidad en ciertos contextos, para orientarse por la opinión de una mayoría en determinada búsqueda concreta en una bibliografía o una discografía, por ejemplo. Es cierto que las estadísticas son una construcción mental, artificial, pero pueden resultar útiles en función de algo. Y, además, en mano de cada uno está el uso que hace de las cosas. Lo importante, como siempre, es, me parece, no perder de vista que el mapa no es el territorio.)

miércoles, 25 de febrero de 2009

Juan Ramón y el Dr. Coomaraswamy

Una curiosidad. El domingo leía un artículo de Ananda K. Coomaraswamy sobre la psicología tradicional india y el lunes me lo encontré donde no hubiera imaginado encontrarlo: en un libro de poesía de Juan Ramón Jiménez. Aparece, sí, en Diario de un poeta reciencasado (1916). El poeta español lo conoció en Nueva York. Poema «National Arts Club» de la sexta parte. Transcribo datos de varias fuentes, de una nota a pie de página de la edición que uso: «El orientalismo de Juan Ramón y su interés en Tagore les llevaron a asistir a un concierto dado por la cantante india Ratán Deví el 13 de abril en el Princess Theater. La mujer [...] se sentaba en el suelo entre flores de la Pascua y cantaba canciones de su pueblo que su marido, el Dr. Coomaraswamy, explicaba al público. Los Jiménez asistieron a un banquete en honor de la pareja india en el National Arts Club [...] Coomaraswamy nos enseñó la tambora. Estamos contentos»[1].

Aparece, además, en otro texto excluido del Diario. Dice cosas bonitas –poéticas– de Ratan Devi y su cantar, y cuenta la siguiente anécdota:

«Al salir voy a saludar a Ratan Devi y a su Dr., que toman helados con Agripina, la Abuela de las Ninfas [...] Y le ruego que me diga dónde puedo hallar las canciones persas e indias que acaba de cantar. Entonces me ofrece la última línea del programa, que dice: "The numbers following title song indicate the location of song in Book of Words". Y se va del brazo de la mujer de Rubens [...] Y el indio compañero de Francis Thompson, las manos entre las piernas, se reía, doblado, como un niño.»[2]


No se me ocurre por qué llama a A. K. Coomaraswamy «compañero de Francis Thompson» pero, según nota del editor, este poeta inglés (1859-1907) describe, en su principal obra, The Hound of Heaven, «la búsqueda de Dios por el hombre»[3], búsqueda que no resulta por cierto ajena al autor indio, aunque el campo de escritura de éste no fuera la poesía sino los estudios tradicionales. (Descubro por la Wikipedia, un poco sorprendido de tanta coincidencia de nombres cercanos, que este poeta fue reconocido como una importante influencia literaria por... Tolkien.) Pero lo que más me llama la atención es la imagen que da Juan Ramón del indio que, «las manos entre las piernas, se reía, doblado, como un niño». No es algo que uno esperaría normalmente de un hombre de su erudición; aunque ya sabemos, claro, que aquel indio no era exactamente (o no sólo) un erudito. Parece una persona agradable, el Dr. Coomaraswamy, en el breve retrato –fugaz pero brillante– de Juan Ramón.

Ha sido un poco como un cruce entre dos mundos familiares, o como ver de pronto una fotografía viejísima de un conocido con el que charlas de vez en cuando.

[1]: Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta reciencasado (1916) (ed. de Michael P. Predmore), Cátedra, Madrid, 2001, p. 279, nota 239.
[2]: Íbid., p. 344.
[3]: Íbid., p. 155, nota 35.

martes, 24 de febrero de 2009

Más que nosotros mismos

«Y tenemos la doctrina de no buscar la divinidad fuera de nosotros, teniéndola junto a nosotros, qué digo, dentro, más que nosotros mismos estamos dentro de nosotros.»


Palabras de Giordano Bruno, La cena de las cenizas [visto en Baldanders]. Me recuerda a esto otro:

«Estoy más cerca de ti
que tú mismo,
más que tu alma,
más que tu aliento.»


Palabras que dice el Señor en un poema de Ibn ‘Arabi. «Nadie es más íntimo que Yo», dice otro verso del mismo poema.

viernes, 20 de febrero de 2009

Publicidad y sociedad de consumo

Hace tiempo escribí aquí algo sobre "publicidad sin respeto", deteniéndome en una cita de un texto de Pragmática donde se explicaba que la "identificación del consumidor potencial con un estereotipo" es la base de la publicidad actual. El siguiente texto de Eckhart Tolle clarifica mucho las cosas a ese respecto:

«Los de la industria de la publicidad saben muy bien que, para vender cosas que la gente en realidad no necesita, deben convencerla de que esas cosas añadirán algo al modo en que se ven a sí mismos o a cómo son vistos por los demás; en otras palabras, que añaden algo a su sentido del yo. Esto lo hacen, por ejemplo, diciéndote que usando tal producto destacarás de la multitud y, en consecuencia, serás más tú mismo. O pueden crear en tu mente una asociación entre el producto y una persona famosa, o una persona juvenil, atractiva o con aspecto de ser feliz. Hasta las imágenes de antiguas celebridades en sus mejores momentos sirven para este propósito. La suposición tácita es que, por algún acto mágico de apropiación, al comprar ese producto te vuelves como ellos, o más bien como su imagen superficial. Y así, en muchos casos, no estás comprando un producto sino un "realzador de la identidad". Las marcas son, básicamente, identidades colectivas a las que te incorporas pagando. Son caras y, por lo tanto, "exclusivas". Si todo el mundo pudiera comprarlas, perderían su valor psicológico y no quedaría más que su valor material, que probablemente es solo una fracción de lo que pagaste.»*


Pero la publicidad es sólo un aspecto de algo más grande: la sociedad de consumo, que igualmente tiene su base en la identificación con la forma. Es una sociedad muy basada en la disfunción egoica:

«Paradójicamente, lo que mantiene en marcha la llamada "sociedad de consumo" es el hecho de que intentar encontrarte a ti mismo a través de las cosas no funciona. La satisfacción del ego dura poco, y tú sigues buscando más, comprando, consumiendo. [...] La identificación del ego con las cosas crea apego a las cosas, obsesión por las cosas, lo que a su vez crea nuestra sociedad de consumo y sus estructuras económicas, donde la única medida del progreso es siempre más. La búsqueda descontrolada de más, de crecimiento infinito, es una disfunción y una enfermedad.»*

[*]: Eckhart Tolle, Un nuevo mundo, ahora (2005), cap. 2.

domingo, 15 de febrero de 2009

Pecado

«Según las enseñanzas cristianas, el estado colectivo normal de la humanidad es el del "pecado original". Pecado es una palabra que se ha malentendido y malinterpretado muchísimo. Traducida directamente del griego antiguo en el que está escrito el Nuevo Testamento, pecar significa fallar en un objetivo, como un arquero que no da en el blanco, de modo que pecar significa no acertar con el sentido de la existencia humana. Significa vivir torpemente, ciegamente, y como consecuencia sufrir y causar sufrimientos. Una vez más, la palabra, despojada de su bagaje cultural y sus malas interpretaciones, señala la disfunción inherente en la condición humana.»

Eckhart Tolle, Un nuevo mundo, ahora (2005), cap. 1.


Considerar el pecado de esta manera, en su sentido original, puede reducir, creo, el drama que conlleva el sentimiento de culpa, tan arraigado en Occidente, que puede tener su lugar si lleva al arrepentimiento, pero que en una versión desproporcionada te puede bloquear incapacitándote para resolver el problema.

El autor relaciona la concepción judeocristiana del pecado original con la hindú de maya (el velo del engaño) y la budista de la mente que genera dukkha (sufrimiento, insatisfacción o desdicha). Todo apunta a la misma disfunción: el ego.

jueves, 12 de febrero de 2009

Relacionando

«Simplemente mantén la fuente,
Y no te preocupes de las ramas.»

(Shôdoka)


Esto me ha recordado a Mt 6, 25-34, a Jesús invitando a no preocuparse. Especialmente:

«Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.» (Mt 6, 33)


La fuente, el Reino. Mantener o buscar: cuestión de perspectiva y de lenguaje. Santa Teresa de Jesús sintetiza: «Sólo Dios basta».

lunes, 9 de febrero de 2009

Sobre Chihiro y el Sin Cara

En El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki, hay algo interesante en la relación entre Chihiro y el Sin Cara: en la transformación de él, propiciada por la naturalidad y el respeto con que ella le trata. Él tiene una sed de cosas que nunca se satisface, en el fondo una sed de atención. Chihiro no le da lo que pide, no entra en su juego, no acepta las sales de baño que le da porque ya tiene bastante, no acepta su (falso) oro porque no lo necesita. Pero tampoco le rechaza; le trata en cierto modo como a un niño pesado, sin conceder sus caprichos, sin violentarse. Él se enfurece porque no obtiene lo que desea, se convierte en un monstruo, devora y exige. Finalmente, vomita cuanto ha devorado, vuelve a ser una débil sombra, se hace inofensivo y aun útil, un amigo en realidad, ya no una amenaza. ¿Qué ha pasado? Aparte de darle el pastel-vomitivo cuando al fin se dispone a devorarla (y ojo, se lo da sabiendo que es algo que cura), ¿ha hecho algo Chihiro para provocar toda esa crisis-transformación? Ella, tan natural que probablemente ni siquiera lo sabe, no ha hecho desde el principio más que comportarse con respeto en todo momento, con él y consigo misma, en lugar de tratarlo como a un enemigo: no es malo en realidad, dice. Lo ve. Nada más, y nada menos.