jueves, 1 de noviembre de 2007

Tres fadas so la mar

Apunto:

En las estrofas 100 y 101 del Libro de Alexandre se encuentra la primera aparición en la literatura castellana de la palabra fada con un significado próximo al que hoy atribuimos a la palabra hada.

Fizieron la camisa dos fadas so la mar
diéronle dos bondades por bien la acabar:
quisquier que la vistiesse nos pudies’ enbebdar,
e nunca lo podiesse luxuria retentar.
Fizo la otra fada terçera el brial;
quando lo ovo fecho, di´le muy grant señal:
quisquier que lo vistiesse fuesse siempre leal,
frío nin calentra nuncal fiziesse mal.

Tenemos, pues, que las fadas son seres extraordinarios, femeninos, que viven en el mar. Puesto que la camisa y el brial son objetos mágicos que se le dan a Alejandro en su investidura (o autoinvestidura) caballeresca, es de suponer que su función, sin ser claramente benéfica, es al menos favorable al destino del héroe, con los ecos paganos que ello implica, cualquiera que sea su lugar en el contexto cristiano de la obra. Habría que consultar las fuentes del autor.

Esta conexión con el destino parece avalada por el origen latino de la palabra. «El nombre de Fata, tomado por un singular femenino, se halla en el origen del nombre de las hadas en el folklore de los pueblos románicos», dice Pierre Grimal (1). Fata se relaciona con Fatum, dios del Destino cuyo nombre, relacionado con la raíz del verbo fari ("hablar"), designaba en su origen la "palabra" de un dios y, como tal, se aplicaba a una irrevocable decisión divina.

En las tradiciones aragonesas, según Chema Gutiérrez Lera (2), la imagen de la fada es la de «una mujer bella, no humana, asociada a indeterminadas épocas muy antiguas, dotada de gran poder mágico, y, sobre todo, relacionada con la naturaleza y en especial, con el agua». Una concepción, pues, equivalente a la del Alexandre. Continúa el autor: «Es posible que el nombre y la creencia en las fadas constituya una reminiscencia de antiquísimas deidades o númenes femeninos».

Hay que notar, creo, que si bien las fadas parecen desentonar (al menos aparentemente) con el contexto cristiano de la obra, no así los dones que proporcionan al héroe a través de objetos mágicos: protección frente a la embriaguez, la lujuria y el frío y el calor. En esto hay que ver, seguramente, algo más que peligros físicos; todos ellos parecen indicar perturbaciones de la serenidad del alma. Fiel al espíritu medieval, el pasaje recoge materiales de tradiciones anteriores y les da un sentido cristiano y, quizá, iniciático; no hay que olvidar que estamos en plena iniciación caballeresca de Alejandro, por muy peculiar que sea dado su carácter extraordinario.

(1): Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, Paidós, Madrid, 1981. Voz «Fatum».
(2): Chema Gutiérrez Lera, Breve inventario de seres mitológicos, fantásticos y misteriosos de Aragón, Prames, Zaragoza, 2004. Voz «Fada».

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