Sobre las hazañas de Alejandro Magno, corrían diversas leyendas en la época medieval cuyo contenido iba de seguro más allá de lo anecdótico para entrar en lo simbólico. Una vez conquistada toda la tierra, el rey había de pretender sojuzgar el resto del cosmos: agua, aire y fuego, según la concepción tradicional. En este pasaje de nuestro Libro de Alexandre, se relata su aventura submarina con todo lujo de detalles, con varios siglos de adelanto respecto a las modernas visiones de Julio Verne.
Una fazaña suelen las gentes retraer,Se trata de las estrofas 2305 a 2315, según la edición de Jesús Cañas en Cátedra.
–non yaze en escripto, es malo de creer–,
si es verdat o non, yo non y dé qué fer,
mager, non la quïero en olvido poner.
Dizién que por saber qué fazién los pescados,
cómo bivién los chicos entre los más granados,
fizo cuba de vidrio con muzos bien çerrados,
metióse él de dentro con dos de sus crïados.
Estos fueron catados de todos los mejores,
por tal que non oviessen dono los traïdores,
ca que él o que ellos avién aguardadores,
non farién a su guisa los malos reboltores.
Fue de buena betumne la cuba aguisada,
fue con buenas cadenas presa e encalçada,
fue con priegos bien firmes a las naves pregada,
que fondir nos podiesse e estovié colgada.
Mandó que lo dexassen quinze días durar,
las naves con tod’esto pensassen de andar;
assaz podrié en esto saber e mesurar,
e meter en escripto los secretos del mar.
La cuba fue echada en que el rey yazié,
a los unos pesava, a los otros plazié;
bien cuidavan algunos que nunca y saldrié,
mas destajado era que en mar non morrié.
Andava el buen rey en su casa çerrada,
sedié grant coraçón en angosta posada,
veyé toda la mar de pescados poblada,
non es bestia en siglo que non fues’y trobada.
Non bive en el mundo ninguna crïatura
que non crïa ela mar su semejant figura;
traen enemistades entre sí por natura,
los fuertes a los flacos danles mala ventura,
Estonçes vio el rey en aquellas andadas
cóm’echaban los unos a los otros çeladas;
dizié que ende fueran presas e sossacadas,
fueron desent’acá en el siglo usadas.
Tanto es acogían al rëy los pescados
como si los oviesse por armas sobjudgados;
vinién fasta la cuba todos cabeztornados,
tremién todos ant’él commo moços mojados.
Jurava Alexandre por el su diestro lado
que nunca fue de omnes mejor aconpañado;
de los pueblos del mar tovos por bien pagado,
contava que avié grant imperio ganado.
Obsérvese, en la imagen de la cabecera (de un manuscrito francés de Ruán, fechado en 1445), con qué encantadora fidelidad se ha representado el "submarino". En efecto, es una especie de cuba de vino transparente. Sin embargo, los criados no aparecen. En otras ilustraciones, el vehículo se representa como una esfera de cristal, como en ésta que sigue (alemana, de entre 1400 y 1410), donde además podemos ver que se ha convertido en algo que recuerda al arca de Noé, con varias especies de animales acompañando al conquistador, quizá representando al elemento terrestre, ya de su posesión; parece que se ha aprovechado también para incluir una curiosa escena de amor sobre el barco:
Como no podía ser de otra manera, los seres marinos se rinden, "cabeztornados" –qué palabra tan bonita– a la autoridad de Alejandro; no le hace falta ni luchar, tal es su poder, su fama (y ¿se podría decir, en algún sentido, que también su función?). El rey observa cómo también en el mar los fuertes dominan a los débiles, lo cual no le impide considerar que ha ganado un imperio bajo las olas. Así se adelanta una reflexión sobre la soberbia y las relaciones entre las criaturas que ocupará las siguientes estrofas (y será tema del próximo post).
Estas relecturas medievales de los temas clásicos nos parecen al mismo tiempo encantadoras y ajenas. Hay que reconocer que algo se nos escapa, so pena de no comprender más que la superficie. En este sentido, sería un error considerarlas ingenuas, pues no hemos de olvidar que el pensamiento y la sensibilidad medievales quedan lejos de nuestra forma de entender el mundo; lo que no significa en modo alguno que sean inferiores (ni superiores) a los nuestros, sino que partían de perspectivas diferentes, con un fondo metafísico entretejido en la base de la propia cultura cotidiana con el que hoy no contamos. Para los hombres del medioevo, el simbolismo primaba siempre sobre la verosimilitud o el realismo, esos conceptos tan exclusivamente modernos. El símbolo, tan oscuro con frecuencia al análisis racional, manifiesta realidades (del alma y del mundo) que se nos escapan; entraríamos aquí, me parece, en los terrenos de la cosmología y la metafísica tradicionales.
Abordando el asunto desde otro punto de vista, podríamos partir de las estructuras de la conciencia. Siguiendo los estudios sobre la fenomenología de la cultura que llevó a cabo Jean Gebser, hablaríamos de las estructuras arcaica, mágica, mítica, mental e integral. Sin entrar más en este tema, fácil de malinterpretar sin contar con más explicaciones, apuntaré sólo que las leyendas medievales no sólo estaban lejos de ser entendidas como meros cuentos en el sentido moderno (y tantas veces peyorativo), sino que estaban dotadas de pleno sentido para los hombres que las contaban y las escuchaban, precisamente por su estructura de conciencia que, dicho sea de paso, estaba menos limitada que la mental o racional a la hora de aprehender realidades globales.
[Las imágenes han sido tomadas de Alexander in images.]
[Continúa en "Alejandro bajo el mar (II)".]
Estas relecturas medievales de los temas clásicos nos parecen al mismo tiempo encantadoras y ajenas. Hay que reconocer que algo se nos escapa, so pena de no comprender más que la superficie. En este sentido, sería un error considerarlas ingenuas, pues no hemos de olvidar que el pensamiento y la sensibilidad medievales quedan lejos de nuestra forma de entender el mundo; lo que no significa en modo alguno que sean inferiores (ni superiores) a los nuestros, sino que partían de perspectivas diferentes, con un fondo metafísico entretejido en la base de la propia cultura cotidiana con el que hoy no contamos. Para los hombres del medioevo, el simbolismo primaba siempre sobre la verosimilitud o el realismo, esos conceptos tan exclusivamente modernos. El símbolo, tan oscuro con frecuencia al análisis racional, manifiesta realidades (del alma y del mundo) que se nos escapan; entraríamos aquí, me parece, en los terrenos de la cosmología y la metafísica tradicionales.
Abordando el asunto desde otro punto de vista, podríamos partir de las estructuras de la conciencia. Siguiendo los estudios sobre la fenomenología de la cultura que llevó a cabo Jean Gebser, hablaríamos de las estructuras arcaica, mágica, mítica, mental e integral. Sin entrar más en este tema, fácil de malinterpretar sin contar con más explicaciones, apuntaré sólo que las leyendas medievales no sólo estaban lejos de ser entendidas como meros cuentos en el sentido moderno (y tantas veces peyorativo), sino que estaban dotadas de pleno sentido para los hombres que las contaban y las escuchaban, precisamente por su estructura de conciencia que, dicho sea de paso, estaba menos limitada que la mental o racional a la hora de aprehender realidades globales.
[Las imágenes han sido tomadas de Alexander in images.]
[Continúa en "Alejandro bajo el mar (II)".]
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