Aparece, además, en otro texto excluido del Diario. Dice cosas bonitas –poéticas– de Ratan Devi y su cantar, y cuenta la siguiente anécdota:
«Al salir voy a saludar a Ratan Devi y a su Dr., que toman helados con Agripina, la Abuela de las Ninfas [...] Y le ruego que me diga dónde puedo hallar las canciones persas e indias que acaba de cantar. Entonces me ofrece la última línea del programa, que dice: "The numbers following title song indicate the location of song in Book of Words". Y se va del brazo de la mujer de Rubens [...] Y el indio compañero de Francis Thompson, las manos entre las piernas, se reía, doblado, como un niño.»[2]
No se me ocurre por qué llama a A. K. Coomaraswamy «compañero de Francis Thompson» pero, según nota del editor, este poeta inglés (1859-1907) describe, en su principal obra, The Hound of Heaven, «la búsqueda de Dios por el hombre»[3], búsqueda que no resulta por cierto ajena al autor indio, aunque el campo de escritura de éste no fuera la poesía sino los estudios tradicionales. (Descubro por la Wikipedia, un poco sorprendido de tanta coincidencia de nombres cercanos, que este poeta fue reconocido como una importante influencia literaria por... Tolkien.) Pero lo que más me llama la atención es la imagen que da Juan Ramón del indio que, «las manos entre las piernas, se reía, doblado, como un niño». No es algo que uno esperaría normalmente de un hombre de su erudición; aunque ya sabemos, claro, que aquel indio no era exactamente (o no sólo) un erudito. Parece una persona agradable, el Dr. Coomaraswamy, en el breve retrato –fugaz pero brillante– de Juan Ramón.
Ha sido un poco como un cruce entre dos mundos familiares, o como ver de pronto una fotografía viejísima de un conocido con el que charlas de vez en cuando.
[1]: Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta reciencasado (1916) (ed. de Michael P. Predmore), Cátedra, Madrid, 2001, p. 279, nota 239.
[2]: Íbid., p. 344.
[3]: Íbid., p. 155, nota 35.
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