lunes, 16 de marzo de 2009

Dos cosas

1) "Todo tiene un propósito noble". Lo decía en un post anterior. Si admitimos por un momento esas cinco palabras combinadas como soporte provisional para la reflexión, uno se puede preguntar: si es así, ¿dónde está el propósito noble de las armas, de la violencia, de las guerras? Bien, seguramente un renacentista justificaría: "que pues avía de aver malos, buenas fueron [las armas] para defendernos dellos" (Fernán Pérez de Oliva, Diálogo de la dignidad del hombre). Uno, hoy, podría inclinarse a contestar: el propósito noble (el destino) de las armas es dejar de usarse, oxidarse; el propósito (el destino) de las guerras y la violencia es acabar; el de los campos de batalla, florecer. Y diría que eso está bien encaminado. Por otro lado, todo esto no es más que un juego de palabras: ¿qué sé yo cuál es el propósito de las cosas? Pero, por seguir con el juego, me parece que sí se puede hablar de un propósito noble del sufrimiento. O, en otras palabras, las líneas argumentales del sueño son múltiples, se nos escapan; pero el auténtico propósito de todo esto es el despertar.

2) Oído el otro día en el autobús, en voz alta y clara y predicadora, inesperadamente, sorprendiendo a la gente: "Jesucristo dice: Fuera de mí, no hay ningún dios que salve". Sin entrar, por supuesto, en las buenas intenciones de esa persona, reflexiono. ¿Qué significa esa frase? Si la entiendo en su sentido profundo, parece perfectamente verídica: fuera de la única realidad, fuera del único viviente (que podemos llamar Cristo, pero también con otras palabras, y ninguna le hará nunca justicia), no hay ni puede haber otra cosa; la salvación viene de ahí, de esa instancia, y sólo de ahí. Bien. Pero ¿qué entiende quien dice la frase? Es importante, sobre todo, para él. Porque uno también puede entender lo que quiera entender, por ejemplo: "Nuestro dios es el único dios que salva", lo que equivale a decir: "nuestra religión es la única verdadera; por tanto, los demás están equivocados". Parece peligroso: ¿quién habla ahí? Aquí, no desentonaría quizás aquello que decía Hernán de Esperando nacer el otro día: "Todos nuestros planes merecen frustrarse", es decir –interpreto–: mientras sean los planes interesados de un ego (individual o colectivo), en lugar de un abandono en alas del viento que sopla donde quiere. En cualquier caso, no hay que subestimar el efecto que determinadas frases, caladas o no por quien las dice, pueden tener en la persona que escucha.

2 comentarios:

  1. Hola, Candelero. Me ha sorprendido mucho ese grito oído en el autobús. Supongo que la persona que lo dijo se inclinaba más por el segundo significado que comentas, aunque de veras me hubiera gustado estar allí para saberlo mejor. Me pregunto qué le llevaría a proclamar esa frase a voz en grito. Para citar la Biblia, mejor hubiera podido gritar: "¡Amaós los unos a los otros!", resumen perfecto de todo el cristianismo. Sin embargo, me cuesta imaginar a alguien lanzando esa consigna a la multitud, ¿por qué será?
    Acabo de conocer tu blog y espero volver por aquí a menudo, hasta otra,
    h.

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  2. Hola Hiniare. Imagino que la cosa no fue espontánea, debe de haber un grupo detrás, supongo. Por aquí no es común presenciar actos de ese tipo en lugares públicos como el autobús, pero parece que al otro lado del mar no es tan raro. No sé si gritar frases es lo que hace falta en este mundo, tan saturado de palabras; sobre todo si se trata de consignas, como dices.

    Muchas gracias por tu visita y vuelve siempre que quieras. Un placer.

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