miércoles, 3 de octubre de 2007

¿Cómo no hablar del Ser?

César Vallejo escribió, el 5 de noviembre de 1937, el siguiente poema:

UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO...

Un hombre pasa con un pan al hombro
> ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

Parece que para Vallejo, tras presenciar el sufrimiento humano y sentirlo y asumirlo como propio, las consideraciones de índole filosófica devienen vanas, un ejercicio estéril de especulación sin alcance efectivo alguno para paliar los males del otro. La compasión le mueve, si se puede decir, a descender de la cabeza al corazón, y también de lo abstracto a lo concreto. El arte, el pensamiento, la literatura, la metafísica se tornan actividades imposibles ante la constatación de la miseria acuciante del ser humano, que a uno le interpela como con un grito, acaso el mismo al que el autor apela en el último verso.
Son los versos marcados en negrita los que más me interesan aquí, porque creo que aluden más propiamente que los demás a las preocupaciones más radicales (¿espirituales?) del ser humano, que siempre tienen que ver con una pregunta esencial: ¿quién soy yo? Me parece que esta cuestión, fundamental, tiene, contrariamente a lo que podría parecer, una relación muy estrecha con ese lamento de Vallejo ante el sufrimiento humano.

A ver si me explico: Vallejo, creo, es muy certero –es simplemente consecuente con aquello que le mueve– al centrarse en lo concreto del dolor del otro, y uno no podría hacer otra cosa ante ello que abandonar el nivel especulativo y dar pan al hambriento y agua al sediento. Pero, al mismo tiempo y sin contradicción alguna, creo que la resolución del sufrimiento y la miseria de este mundo pasa por esa búsqueda profunda del Ser, por esa pregunta esencial de la que, a veces, conviene hablar.

Una referencia al budismo que me viene ahora a la mente: la primera Noble Verdad que anunció el Buda es: «el sufrimiento existe». Algo muy concreto, que a él mismo le indujo a andar el camino que le llevó a la resolución del problema del sufrimiento.

Y, en el Evangelio de Juan (4, 13-14), dice Jesús a propósito de la sed (identificable, quizá, con el deseo que, para el Buda, constituye la causa del sufrimiento):

«Todo el que beba de esta agua,
volverá a tener sed;
pero el que beba del agua que yo le dé,
no tendrá sed jamás,
sino que el agua que yo le dé
se convertirá en él en fuente de agua
que brota para vida eterna.»

Ante la constatación del sufrimiento del prójimo, ¿cómo hablar del Ser? De acuerdo. Pero además: ¿cómo no realizar el Ser?

1 comentario:

  1. Comentarios a la entrada en su anterior ubicación:


    Autor: Toni

    Saludos, Dani.

    Considero que encerrarse en el lamento sin intentar hacer nada para cambiar aquello que lo ha provocado es muy justo y respetable... Pero es enterrar el hacha. Y creo que nuestra hacha, la única arma que quizá nos permita algún día cambiar las cosas, está en el mundo de la idea: aunque sólo unos pocos puedan asomarse a él mientras las miserias del mundo siguen mostrándose en todo su doloroso esplendor.

    Un abrazo

    Fecha: 29/10/2007 10:29.


    Autor: Daniel

    Para mí, el poema de Vallejo podría ir un poco en la dirección que tú apuntas. Ese grito del final bien podría ser un grito de guerra, por seguir con tu imagen del hacha. Es decir, estaría apelando a la acción (aunque sea en el mundo de la idea) para solucionar los males de que se lamenta. Pero, dentro de eso, tal como yo lo interpreto, Vallejo sentiría la necesidad de abandonar el nivel especulativo para pasar a una acción más desde el amor que desde lo mental. El último verso me parece ambiguo: con ese grito, ¿está rechazando la idea o potenciándola desde un nivel más profundo, espiritual? Lo que a mí me sugiere es que las miserias del mundo no podrán resolverse mientras no demos ese paso más allá de las ideas y conocimientos con que contamos. Un paso al vacío, más allá del yo (y en este sentido me parece sugerente la aparición del "no-yo" junto al grito de Vallejo).

    Abrazos, Toni.

    Fecha: 29/10/2007 14:12.

    ResponderEliminar