miércoles, 22 de noviembre de 2006

Santa Cecilia

John William Waterhouse, St. Cecilia (1895).

Ando últimamente enamorado del órgano de Bach, entre otros redescubrimientos musicales. Muy oportunamente, hoy alguien ha entonado unas palabras cuyo eco aún baila en mis oídos: "La música es un arte completamente espiritual". Uno podría pensar que se trata de una frase sentenciosa, simplista, algo dicha a la ligera quizás. No lo sé. Pero algo o mucho de razón tiene, creo. Incluso con el "completamente", y no sé exactamente por qué, pero me parece que algo intuyo al dejarme llevar por los caminos que dibuja Bach en sus obras. Algo me dice que la inclusión de la palabra arte y la palabra espiritual en la misma frase es de lo más natural, al menos si hablamos de alguien como Bach.

Dado que la relación entre Santa Cecilia y la música es fruto de una reinterpretación (¿podría decirse aquí reanálisis...?) medieval, se me ha ocurrido buscar una representación pictórica diferente a lo habitual y que me dijera algo especial. La tradición dice que, antes de sufrir el martirio, convirtió a su esposo Valeriano a la cristiandad y "entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó con rosas y azucenas". (La historia completa se puede leer aquí.) Me ha parecido una imagen muy hermosa y entonces he caído en la cuenta del detalle de la versión de Waterhouse [arriba]: además de ser una recreación atípica de Cecilia y muy propia de la estética prerrafaelita del autor, parece que el verdadero protagonista, más que la asociación con la música, es el color. Esos contrastes casi gongorinos entre el rojo y el blanco... O garcilasianos: En tanto que de rosa y azucena...

La Cecilia de Waterhouse es como suelen ser sus damas: lánguida y fresca como una brisa sutil. Me pregunto con qué sueña. Es curioso que no tenga a mano ningún instrumento. Son los ángeles quienes tocan, arrodillados ante ella, mientras la muchacha duerme con un libro en el regazo. ¿Sueña la música de las esferas? Se parece a una flor. Ella misma es una azucena que sueña sobre un lecho de rosas. Tras ella mana una fuente; al fondo, la nave espera; como el órgano, cuyo teclado parece dispuesto a recibir en cualquier momento las manos de la santa, si despertara. A ambos lados, un ángel toca el violín y otro el laúd. Así que están presentes los tres objetos que tradicionalmente se le asocian: órgano, laúd y rosas.

¿Y el mar? Cuando la pintura fue exhibida en la Royal Academy, en 1895, le acompañaba una cita de Lord Tennyson:
In a clear walled city on the sea.
Near gilded organ pipes - slept St. Cecily.
Quizá el primer verso explique la presencia del mar y del barco, aunque me da la impresión de que esa presencia tiene algo de recurrente en la obra del pintor.
He encontrado otras recreaciones pictóricas de Santa Cecilia. Me gusta la visión de Carlo Saraceni, con ese ángel tan barroco, y el rostro luminoso de Cecilia en la versión de Nicolas Poussin. La de Guido Reni me parece encantadora; la de Sir Joshua Reynolds, extraña. También está la visión de Raphael, hierática, y la de Rubens, en su línea. Curiosa la versión de Lelio Orsi, que nos muestra una visión peculiar de la coronación de la leyenda.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Publicidad sin respeto

Otro texto de Escandell Vidal:
«Efectivamente, la publicidad más actual utiliza como recurso predominante el de la persuasión emocional, basada en la identificación del consumidor potencial con un esterotipo que se considera prestigioso o deseable dentro de un determinado grupo, y con la recompensa psicológica que se deriva de verse incluido en él. Tanto el enfoque como las estrategias utilizadas son claramente de tipo subjetivo. Conviene recalcar que la naturaleza subjetiva de este tipo de persuasión está anclada en estereotipos sociales, es decir, en conjuntos de representaciones ampliamente compartidas y valoradas positivamente por los miembros de una determinada cultura. Los estudios de mercado se dirigen, precisamente, a conocer cuáles son estas representaciones y cuáles son los comportamientos que se asocian con ellas.»
Este tipo de publicidad, que es consecuente con los valores que sustentan al sistema y que el sistema promueve para su sustento, explota las estrategias de persuasión emocional para provocar la identificación psicológica del potencial consumidor. "Necesitas esto, qué sería tu vida sin aquello". Si se observan algunos anuncios con especial atención y sentido crítico, se hace difícil contener la repugnancia, pues llegan a pervertir hasta las más altas de las aspiraciones o ideas del ser humano, reorientándolas hacia el puro consumismo sin piedad. No hay decoro.

Continúa la autora apuntando que no siempre fue así:
«Desde sus inicios hasta hace aproximadamente 30 o 40 años, la publicidad trataba de destacar las propiedades positivas del producto que se anunciaba: apostaba, en cierto sentido, por la persuasión racional, ofreciendo razones objetivas para comprar el producto o utilizar el servicio anunciado.» (M.ª Victoria Escandell Vidal, La comunicación, Gredos, Madrid, 2005, p. 102.)
Una publicidad como aquella sin duda trataría a las personas con cierto respeto; tendría en cuenta la libertad (al menos teórica) del individuo y su (supuesta) madurez para decidir en función de sus necesidades. Pero en las condiciones actuales, ¿dónde está el respeto en esa relación? Si constantemente se promueve la identificación inconsciente del individuo con estereotipos y la adquisición de necesidades ficticias que multiplican la insatisfacción y estrechan el campo de visión, ¿dónde está la libertad?

jueves, 9 de noviembre de 2006

Reanálisis en la lengua y en la conciencia

En biología se habla de mutación como uno de los tres factores fundamentales de la evolución (los otros dos serían herencia y aislamiento). Trasladado al ámbito lingüístico, este concepto equivaldría al reanálisis. Se entiende por reanálisis el proceso en el que se confiere a un morfema, palabra o fonema una organización, estatus o naturaleza distinta a la originaria.

Un ejemplo: Cuando decimos una radio, estamos pronunciando la secuencia fónica unarradio. Como la norma general en español dice que la vocal o en posición final de palabra indica género masculino, algunos hablantes reanalizan mentalmente la forma como un arradio. Esto es una mutación. ¿A dónde quiero llegar? Si se produce un proceso al cabo del cual todos los hablantes optan por una variante nueva, estaríamos ante un cambio evolutivo. Esta variación no es intencional y su origen es social; surge de las mentes de los individuos (el ámbito de la comunicación), y no de una intervención artificial. Pero, si triunfa, transforma el hablar de todos los hablantes y pasa a ser normal. Se produce una transformación de la lengua, una evolución por mutación.

Este asunto me ha traído a la memoria la aplicación del concepto masa crítica al ámbito de la conciencia y las relaciones humanas. ¿Qué pasa si trasladamos la explicación anterior a este otro campo, digamos más ético? Suponiendo que las imposiciones (por muy bienintencionadas que sean) y los intentos a gran escala de influir en la manera humana de comportarse en el mundo (para mejorar la convivencia, se entiende) tienen resultados muy cuestionables e ineficientes... Si una variación en la forma de percibir el mundo y de comportarse en lo relacional de manera consecuente (un reanálisis más objetivo y por tanto beneficioso de la realidad humana o cotidiana) surgiera por el contrario de manera natural (no intencional) entre las personas desde su hacer diario, generándose al cabo la suficiente masa crítica, ¿es de suponer que estaríamos ante la posibilidad de un cambio evolutivo en la especie?

No sé en qué medida es adecuada mi argumentación anterior. Tampoco sé si lo es relacionarla con el texto siguiente; es una relación que me ha venido a la mente y quizá (sólo quizá) pueda arrojar alguna luz sobre el asunto.
En un debate en el que participaba el Dalai Lama, un contertulio le planteó su opinión de que, si las emociones (todas las emociones, incluidas las que provocan el sufrimiento humano) no fueran útiles desde una perspectiva evolutiva, no existirían. A lo que el Dalai Lama respondió así:
«¿Cuáles son entonces, en su opinión, las ventajas evolutivas de la muerte? (...) Nadie parece desear la muerte (...) pero el mismo hecho de que hayamos nacido conlleva la inevitabilidad de la muerte. Pero el nacimiento tiene sus ventajas... y debemos servirnos adecuadamente de la vida. La emoción es como la muerte, en el sentido de que forma parte de nuestra mente, de nuestra vida y de nuestra naturaleza... Sin embargo, algunas emociones son destructivas y otras son positivas. Así es que merece la pena –o, al menos, no supondrá ninguna pérdida de tiempo– analizar qué emociones son destructivas y cuáles son constructivas o beneficiosas. De ese modo podremos tratar de minimizar las emociones destructivas y de expandir las positivas, porque queremos una sociedad más feliz
(Daniel Goleman, Emociones destructivas. Cómo entenderlas y superarlas. Diálogos entre el Dalai Lama y diversos científicos, psicólogos y filósofos, Kairós, Barcelona, 2003.)
La última frase en negrita me hace pensar que quizá, en cierto sentido, sea inevitable una cierta intencionalidad previa al proceso de reanálisis en el campo de la conciencia humana, sin que ello se contradiga con la esencia de la mutación, ya que ésta se daría en condiciones de naturalidad. Y esa intencionalidad, en cierto sentido, no es más que la adaptación lógica de un ser humano a la circunstancia en que le pone el medio.

Bien, todo esto no es más que una reflexión personal. De todas formas, creo que la afirmación del Dalai Lama interpela de manera sencilla pero contundente a las personas que forman la sociedad actual. ¿Queremos una sociedad más feliz?

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Comunicación y percepción de la realidad

La aportación de la Pragmática al estudio del lenguaje, la lengua y la comunicación me parece muy sugerente. Es un punto de vista novedoso porque ahonda en la realidad de los procesos comunicativos, abandonando la visión abstracta establecida para plantear las cosas de una forma mucho más realista. Creo que es un proceso lógico que va parejo al de otras ciencias relacionadas con los procesos mentales, como la psicología cognitiva o la neurociencia. Tengo la impresión de que en muchas ramas del saber científico moderno, o mejor en sus vanguardias, se están abandonando las abstracciones y la dependencia de las teorías, en una visión más libre de los prejuicios heredados, para profundizar en la realidad del ser humano como ser en relación consigo mismo, con el medio y con otros miembros de la especie. Al caer los conceptos, emergen realidades y preguntas que arrojan una nueva luz sobre la naturaleza humana, porque no surgen de ideas derivadas de esquemas de pensamiento, sino de la constatación de los hechos. Una luz no tan nueva, por otra parte, ya que los descubrimientos de dichas vanguardias científicas comienzan a coincidir con los saberes experienciales de las tradiciones milenarias de sabiduría.

La comunicación, de M.ª Victoria Escandell Vidal, es un libro corto y accesible que sirve muy bien para trabar un primer contacto con la profundización que hace la Pragmática sobre los estudios del proceso comunicativo. Hay un párrafo que me ha llamado especialmente la atención:
«El considerar que lo determinante son las representaciones internas que cada uno hace de los diferentes elementos de la situación comunicativa (y no los elementos mismos) permite resolver el problema de la heterogeneidad de los factores que intervienen en la comunicación sin necesidad de ningún tipo de estipulación adicional: todos ellos intervienen bajo la forma de ’representaciones internas’; varía su contenido, pero no su formato. Así, lo que determina nuestra actividad no es tanto la situación tal y como es, o la relación con el interlocutor definida de una manera objetiva, sino más bien la situación tal y como la percibimos, o la relación tal y como nos la representamos. Esto ofrece una explicación natural a la subjetividad de nuestras acciones y de nuestros comportamientos: reaccionamos ante las cosas en función de cómo las percibimos y nos las representamos. Esto explica también buena parte de los malentendidos que se producen: un error en la conceptualización de uno de los elementos basta para desencadenar fallos en la comprensión.»
(M.ª Victoria Escandell Vidal, La comunicación, Gredos, Madrid, 2005, pp. 31-32.)
Y me ha llamado la atención por lo que supone el texto que marco en negrita. Es una constatación que trasciende el marco específico de la Lingüística, al menos tal como era entendida y abordada hasta ahora. Apunta a la naturaleza humana al reconocer, quizá sin pretenderlo, que una comprensión nítida de la comunicación y el lenguaje es esencial para comprender al ser humano en sus contradicciones. Si reflexionamos sobre las implicaciones, se plantea una cuestión que es fundamental en el budismo pero que también se encuentra en el origen de todas las tradiciones, religiosas o no, y que ahora hace suya la ciencia desde una perspectiva cada vez más interdisciplinar, como no podía ser de otro modo: si aceptamos que nuestra interpretación del mundo es errónea debido a nuestras "representaciones internas", y que esa conceptualización equivocada es la causa de la desarmonía con nosotros, con los otros y con el medio, las preguntas surgen por sí solas: ¿cuántos problemas del mundo actual –y sobre todo de nuestra vida diaria– se deben a esa percepción o representación errónea en el diálogo que establecemos con el otro o lo otro? ¿Cómo ser verdaderamente libres, cómo despertar de ese espejismo, cómo curar ese desarreglo? ¿No es ésta una cuestión fundamental?

¿Por qué escribir?

¿Por qué escribir? Si me hago esa pregunta, tengo la sensación de que lo tengo aún menos claro que Paul Auster en su muy recomendable reciente discurso. No estoy seguro de compartir su declaración de la inutilidad del arte, pero creo que su intuición es un acierto en cuanto al proceso de creación. "Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo", dice. Creo que el arte, como la vida, sólo marcha realmente bien cuando se acomete como juego, sin motivaciones, sin expectativas. En consecuencia, de nada sirve conceptualizar, buscar fines. O escribo, o no escribo. En el discurso, atribuye el escritor un valor especial en su actividad a la "necesidad" de crear. Tampoco estoy seguro de poder decir lo mismo, pero sí siento un impulso de expresar.

Voy a intentar seguir escribiendo en este blog desde la actitud siguiente: para nada y para nadie, sin dirección predeterminada. Los contenidos serán más variados, con mayor presencia de la reflexión; las formas, menos restrictivas. Me alegraría que surgiera conversación en los comentarios, por lo que renuevo la invitación a participar a todo aquel que lo desee.

Ah, hoy es la fiesta de Todos los Santos. Enciendo una candela.