lunes, 26 de febrero de 2007

Paisajes sonoros

El investigador de bioacústica Bernie Krauss habla de sus descubrimientos en su conferencia "La desaparición de los paisajes sonoros naturales: implicaciones globales de sus efectos en los seres humanos y en otras especies":
«En su estado puro, donde no existe ningún ruido producido por el hombre, los paisajes sonoros naturales son sinfonías gloriosas. Sin embargo, la desaparición de estos hábitats unida al aumento del clamor humano ha provocado situaciones en las que la comunicación no humana necesaria para la supervivencia de las especies a todos los niveles está en vías de extinción. Al mismo tiempo, se le niega al ser humano una experiencia de la naturaleza salvaje esencial para la interacción con sus semejantes y con su entorno orgánicamente resonante. Además, debido al casi siempre indeseable ruido, los seres humanos pierden con frecuencia la capacidad de comunicarse, incluso entre ellos, por medio del sonido. Los efectos sobre los paisajes políticos, económicos y sociales de nuestra cultura han sido y continúan siendo relevantes. [...] A través de mi ámbito de estudio, he descubierto que en entornos naturales en los que no interviene el sonido producido por los humanos los animales vocalizan entre sí exactamente como lo hacen los instrumentos en una orquesta. Especialmente en tierra esta delicada estructura acústica está casi tan bien definida como lo están las notas sobre una partitura cuando la examinamos gráficamente en forma de lo que a veces llamamos voice prints. [...] Esta frágil trama sonora que he descrito de forma tan simple está siendo destruida por tres factores: uno es la increíble cantidad de ruido que nosotros, los seres humanos, producimos. El segundo, nuestro uso abusivo, en absoluto minimizado, de los preciados recursos naturales, incluso incentivado por los tratados GATT y TLC. Y por último, parece que nos consume la ilimitada necesidad de conquistar el mundo natural más que la de encontrar una vía para convivir en consonacia con él. [...]». [Visto en LdN.]

viernes, 16 de febrero de 2007

Literatura, compromiso y evasión

Se habla a veces, con tono más o menos peyorativo, de literatura de evasión, oponiéndola a una literatura al parecer seria, comprometida, en contacto con la realidad. Me pregunto cuánto hay de verdadero y cuánto de ilusorio en esta distinción.

¿Es justo decir que existe una literatura comprometida y otra de evasión? Quizá el problema resida en el significado que se da a tales términos.

¿Compromiso con qué? ¿Con la realidad? Y ¿qué es la realidad? La Odisea es una obra profundamente comprometida con la realidad honda del ser humano. ¿Acaso el hecho de que esté compuesta en clave mítica la convierte en literatura de evasión? Sin ir tan lejos (nadie osaría desmerecer a Homero), El Señor de los Anillos es mirado con desprecio por muchos académicos. ¿En qué se basan para descalificar la novela de Tolkien como literatura de evasión? ¿En la clave mítica en que está escrita? En que su finalidad es entretener, dirá alguno, pero ¿acaso no es ése un rasgo común a toda novela?

Si admitimos los conceptos de compromiso y evasión en relación a la literatura, creo que es justo reconocer que no se encuentran tanto en la apariencia externa como en su calidad íntima.

Kafka afirma que un libro tiene razón de ser sólo si sirve para romper el mar congelado que llevamos dentro. Es decir, que ha de remover algo en nuestro interior; ha de servir de revulsivo contra esa tendencia a la solidificación que impide al hombre mirar con ojos limpios en su interior y, desde ahí, al mundo. Para que esto sea posible, me parece, es necesario que haya un rayo de luz en la composición de la obra. Inspiración y arte. Calidad íntima, y no tanto pretensión de realidad.

Pero, de cualquier modo, podemos dar un paso más y preguntar: ¿dónde las letras impresas se tornan literatura? No en un libro sino en la mente. En última instancia es el lector quien, con su actitud, desde su lectura personal, se evade de la realidad o se compromete con ella.

No me parece injusto, pues, concluir que compromiso y evasión se juegan ante todo en un ámbito mental. Es, principalmente, un problema de actitud.

[Publicado en el Sitio de Ciencia-Ficción el 18 de febrero de 2007; en la revista La Clamor de Monzón, nº 958, el 23 de febrero de 2007.]