domingo, 13 de diciembre de 2009

Tres películas

• Solaris (Andrei Tarkovsky, 1972): Una obra de arte. A veces con una apariencia desaliñada, sucia y acaso un poco descuidada, todo eso sin embargo resulta ser la manifestación perfecta de la creatividad del director. Absorbente, su belleza se va haciendo crecientemente visible a la par que el misterio y la intensidad de los sentimientos de los personajes. Tarkovsky se lo toma con calma, dedica tiempo a mostrar cada escena, y a veces despista y sorprende con pasajes cotidianos que se desarrollan con naturalidad hacia el surrealismo. Consigue expresar realidades que no es fácil encasillar como simples sentimientos. Hay ahí un misterio, parece indicar a veces la danza de imagen y sonido. En este sentido, pienso en 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) como lo más cercano que he visto, aunque es muy diferente. En Solaris hay más palabra, más reflexión y sentimientos, aunque posiblemente no menos poesía. Si la comparación no tiene mucho sentido en realidad, quizá tampoco con la novela de Lem. Es bastante fiel al espíritu y a la trama, aunque no recuerdo todos los detalles. En cuanto a la versión de Steven Soderbergh (sigo comparando), la recuerdo mucho más emocional y mucho menos profunda que ésta de Tarkovsky. Si en la primera versión lo más importante es aquello de la búsqueda de espejos donde mirarse, en la nueva la cosa quedaba reducida a algo mucho más sentimental. Lo anoto porque no me parece poco importante y me pregunto: ¿por qué hubo en los 60 y 70 tan desbordante e increíble creatividad?; ¿es real esa sensación que tengo de que en las décadas siguientes han primado en el arte dimensiones más sentimentales y fáciles y no se han alcanzado aquellas profundas y sutiles exploraciones?

• Vi por fin Ponyo en el acantilado (Hayao Miyazaki, 2008). Creo que es la más dirigida a un público infantil. Lo que no la hace necesariamente menos disfrutable para un adulto. Es tan bella, viva y desconcertante como las demás películas de Miyazaki, y quizá más misteriosa. Me explico. Me parece que es más difícil coger la película y decir ah, ya la tengo, y desmenuzarla y ver sentidos y explicarla. Quizá porque es más genuinamente un cuento. Y me parece muy bien. En relación con esto, me parece muy poética y musical y... visual. Más un poema audiovisual que una historia, a pesar de ser un cuento con un argumento más o menos lineal. La escena de Brunhilda cabalgando las olas es... gloriosa. ¿Lo habría sido más con la música original de La Cabalgata de las Valkirias de Wagner en lugar de la versión de Hisaishi (muy hábil y digna por cierto)? No sé. Miyazaki sigue siendo vehículo para la llegada a la animación de la luz de una profunda creatividad.

• Otra de animación que vi hace meses: Ghost in the Shell 2: Innocence (Mamoru Oshii, 2004). No memorable, pero tiene sus puntos. El componente filosófico del cyberpunk es el que más peso tiene en ésta, creo, por encima de la tecnología, la violencia y el cine negro (que también están). A tal punto que requiere una especial atención para no perderse en los diálogos, a veces enrevesados pero bastante interesantes. Destacaría esa alusión a la (peligrosa) proyección del ego en los otros (en las ginoides, en el perro, en los hijos...).

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