jueves, 26 de julio de 2007

La meditación del coronel

«Con su terrible sentido práctico, ella no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo. Le hacía falta tanta concentración para engarzar escamas, incrustar minúsculos rubíes en los ojos, laminar agallas y montar timones, que no le quedaba un solo vacío para llenarlo con la desilusión de la guerra. Tan absorbente era la atención que le exigía el preciosismo de su artesanía, que en poco tiempo envejeció más que en todos los años de guerra, y la posición le torció la espina dorsal y la milimetría le desgastó la vista, pero la concentración implacable lo premió con la paz del espíritu. La última vez que se le vio atender algún asunto relacionado con la guerra fue cuando un grupo de veteranos de ambos partidos solicitó su apoyo para la aprobación de las pensiones vitalicias, siempre prometidas y siempre en el punto de partida. "Olvídense de eso", les dijo él". "Ya ven que yo rechacé mi pensión para quitarme la tortura de estarla esperando hasta la muerte".»

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

1 comentario:

  1. Comentarios a la entrada en su anterior ubicación:


    Autor: Ireth

    Una joya toda la obra... Cada personaje es un mundo riquísimo, y cada una de sus palabras y comportamientos daría para hablar y hablar. Es lo que tienen las obras maestras, que calan. El Quijote no era la obra favorita de Cervantes ni Cien años de soledad la de G.G.Márquez, parece que los tiempos o el canon han pensado otra cosa.

    ¡Buen verano Dani!

    Fecha: 26/07/2007 21:01.


    Autor: Daniel

    Una joya, sí, una obra de arte donde todo está tan perfectamente engarzado que da vértigo. Lo que más me ha impactado es la compasión del autor hacia cada uno de sus personajes, el amor que transpira cada párrafo, la entrega del autor a tal punto que la obra acaba siendo más un regalo de las Musas que un producto de una persona concreta.

    El coronel Aureliano Buendía es uno de mis favoritos. El final de su trayectoria es para llorar de emoción, por el exquisito mimo con que se aborda.

    ¡Buen verano! En eso estamos. ;)

    Fecha: 26/07/2007 21:40.

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