lunes, 21 de enero de 2013

Revolución interior

Dos textos entresacados de Una llamada al amor, de Anthony de Mello (Sal Terrae, 1991), a propósito de esa "programación" mental que nos tiene totalmente condicionados, privándonos de nuestra genuina libertad, y por tanto de la verdadera felicidad. Ambos me llamaron la atención por tocar la palabra revolución desde un punto de vista muy diferente del usual:

«De lo que necesitas ser liberado es de la opresión de tu "programa". Sólo así podrás experimentar la libertad interior que está en el origen de toda revolución social, porque esa intensísima emoción, esa pasión que brota en tu corazón a la vista de los males sociales y te impulsa a la acción, tendrá su origen en la realidad, no en tu "programa" ni en tu ego.» (p. 22)

Hoy en día se vuelve a hablar mucho de revolución, dado el ambiente opresivo que estamos viviendo, ahora que el sistema capitalista, condenado al derrumbe inminente, da sus últimos coletazos, quitándose la careta y multiplicando el sufrimiento que viene produciendo desde hace tanto tiempo. El punto de vista que aporta Anthony de Mello aquí me parece fundamental para que todo esfuerzo revolucionario tenga garantía de ser eficaz: no partir tanto de los esquemas mentales o ideológicos, como de la libertad interior de la programación cultural y del ego. ¿Cómo llegar a ese punto de libertad? Bueno, de eso trata el libro. El autor da muchos consejos en ese sentido, y muy buenos para la reflexión y la introspección, creo yo. También nos pinta muy detalladamente nuestra situación vital de esclavitud, a veces muy duramente, como en la otra cita a la que me refería, en la que volvemos a la imagen de la revolución:

«Reconoce que estás encerrado entre los muros de una prisión y que tu mente se ha quedado dormida. A la mayoría de las personas ni siquiera se les ocurre verlo, por lo que viven y mueren "encarceladas". Y la mayoría también acaba siendo conformista y adaptándose a la vida de dicha prisión. Algunos salen "reformadores" y luchan por unas mejores condiciones de vida en la prisión: una mejor iluminación, una mejor ventilación... Y casi nadie se decide a ser un rebelde, un revolucionario que eche abajo los muros de la prisión. Sólo podrás ser revolucionario cuando consigas ver, antes que nada, dichos muros.» (p. 49)

Dado que el mundo es un reflejo de la conciencia o, dicho de otra forma, dado que el hombre crea el ambiente, seguro que será bueno que nos apliquemos a "ver los muros de la prisión" y a derribarlos, primero de todo, en nuestra propia mente y en nuestra propia experiencia. Una revolución que empiece en metanoia, en la propia transformación, en la conversión del corazón, en la recuperación de la libertad y la liberación de la programación, será una revolución imparable.

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