jueves, 9 de noviembre de 2006

Reanálisis en la lengua y en la conciencia

En biología se habla de mutación como uno de los tres factores fundamentales de la evolución (los otros dos serían herencia y aislamiento). Trasladado al ámbito lingüístico, este concepto equivaldría al reanálisis. Se entiende por reanálisis el proceso en el que se confiere a un morfema, palabra o fonema una organización, estatus o naturaleza distinta a la originaria.

Un ejemplo: Cuando decimos una radio, estamos pronunciando la secuencia fónica unarradio. Como la norma general en español dice que la vocal o en posición final de palabra indica género masculino, algunos hablantes reanalizan mentalmente la forma como un arradio. Esto es una mutación. ¿A dónde quiero llegar? Si se produce un proceso al cabo del cual todos los hablantes optan por una variante nueva, estaríamos ante un cambio evolutivo. Esta variación no es intencional y su origen es social; surge de las mentes de los individuos (el ámbito de la comunicación), y no de una intervención artificial. Pero, si triunfa, transforma el hablar de todos los hablantes y pasa a ser normal. Se produce una transformación de la lengua, una evolución por mutación.

Este asunto me ha traído a la memoria la aplicación del concepto masa crítica al ámbito de la conciencia y las relaciones humanas. ¿Qué pasa si trasladamos la explicación anterior a este otro campo, digamos más ético? Suponiendo que las imposiciones (por muy bienintencionadas que sean) y los intentos a gran escala de influir en la manera humana de comportarse en el mundo (para mejorar la convivencia, se entiende) tienen resultados muy cuestionables e ineficientes... Si una variación en la forma de percibir el mundo y de comportarse en lo relacional de manera consecuente (un reanálisis más objetivo y por tanto beneficioso de la realidad humana o cotidiana) surgiera por el contrario de manera natural (no intencional) entre las personas desde su hacer diario, generándose al cabo la suficiente masa crítica, ¿es de suponer que estaríamos ante la posibilidad de un cambio evolutivo en la especie?

No sé en qué medida es adecuada mi argumentación anterior. Tampoco sé si lo es relacionarla con el texto siguiente; es una relación que me ha venido a la mente y quizá (sólo quizá) pueda arrojar alguna luz sobre el asunto.
En un debate en el que participaba el Dalai Lama, un contertulio le planteó su opinión de que, si las emociones (todas las emociones, incluidas las que provocan el sufrimiento humano) no fueran útiles desde una perspectiva evolutiva, no existirían. A lo que el Dalai Lama respondió así:
«¿Cuáles son entonces, en su opinión, las ventajas evolutivas de la muerte? (...) Nadie parece desear la muerte (...) pero el mismo hecho de que hayamos nacido conlleva la inevitabilidad de la muerte. Pero el nacimiento tiene sus ventajas... y debemos servirnos adecuadamente de la vida. La emoción es como la muerte, en el sentido de que forma parte de nuestra mente, de nuestra vida y de nuestra naturaleza... Sin embargo, algunas emociones son destructivas y otras son positivas. Así es que merece la pena –o, al menos, no supondrá ninguna pérdida de tiempo– analizar qué emociones son destructivas y cuáles son constructivas o beneficiosas. De ese modo podremos tratar de minimizar las emociones destructivas y de expandir las positivas, porque queremos una sociedad más feliz
(Daniel Goleman, Emociones destructivas. Cómo entenderlas y superarlas. Diálogos entre el Dalai Lama y diversos científicos, psicólogos y filósofos, Kairós, Barcelona, 2003.)
La última frase en negrita me hace pensar que quizá, en cierto sentido, sea inevitable una cierta intencionalidad previa al proceso de reanálisis en el campo de la conciencia humana, sin que ello se contradiga con la esencia de la mutación, ya que ésta se daría en condiciones de naturalidad. Y esa intencionalidad, en cierto sentido, no es más que la adaptación lógica de un ser humano a la circunstancia en que le pone el medio.

Bien, todo esto no es más que una reflexión personal. De todas formas, creo que la afirmación del Dalai Lama interpela de manera sencilla pero contundente a las personas que forman la sociedad actual. ¿Queremos una sociedad más feliz?

1 comentario:

  1. Comentarios a la entrada en su anterior ubicación:


    Autor: Carlo S.

    "¿Queremos una sociedad más feliz?" Dicho así, casi me da miedo desear de buenas a primeras una sociedad feliz. Antes habría que pensar qué entendemos exactamente por sociedad, y qué clase de sociedad queremos. Pero lo primero de todo es, saber qué clase de individuos-PERSONA han de construir-poblar esa sociedad que a su vez "debería" encaminarse hacia la felicidad. Lo primero que a mí me preocupa es si el hombre como tal es un "animal" que puede conquistar la felicidad, o si en cambio, debe superarse a sí mismo en cuanto "hombre" si de verdad quiere llegar a metas más excelsas. Quizás el anhelo objetivo (en cuanto proyecto) de la felicidad le impide al hombre ir más allá, y sólo si se plantea en lo más dentro de sí otras aspiraciones, entonces el hombre podría empezar a salir de la propia cárcel de su realidad biológica que lo tiene alienado al propio e impotente anhelo de felicidad. Mientras no entienda el hombre el valor SUBjetivo de la felicidad, mientras no entienda que "ELLA" es un regalo de "los dioses" que llega y se va cuando estos deciden, mientras no sepa ser agradecido y generoso para con ello en vez de estar continuamente desesperado (u obsesionado / por muy serena y budistamente que pueda disfrazar esa obsesión) llamando a la puerta de la felicidad, o simplemente (¡estúpida humildad de los corderos!) esperando silenciosa y mendicantemente al pie de ella a que se le abra, mientras no lo entienda, andará dando tumbos de ciego o palos de lelo, esperando a que UNA sociedad le de la razón, justo en el momento en el que ella misma ya le ha robado el alma. / "Yo no deseo la felicidad; yo sólo persigo mi obra"-F.Nietzsche / Todo hombre debe ser consciente de que tiene una obra que llevar a cabo, independientemente de si esa obra va a ser premiada por la señorita FELICIDAD o no. / ¿Queremos una sociedad feliz?, pero ¿sin querer nada de nosotros mismos en particular, antes de saber qué sociedad queremos? / Demasiado "individuo feliz" veo hoy en día frente a mí, pero unos-esos "ojos suyos" sólo me irradian GRIS, o un "nirvana prête a porter" de gallina mística-sonreidora.

    Fecha: 09/11/2006 22:29.


    Autor: Daniel

    Carlo S.: Estoy de acuerdo con la que creo que es la idea principal que transmites en tu comentario: que antes de preguntar por una sociedad feliz (que así dicho recuerda un poco al inquietante "mundo feliz" de Huxley), deberíamos preguntarnos qué clase de personas van a formar esa sociedad y cuál va a ser su relación con la noción de felicidad.

    En mi pregunta, y en la cita que hago del Dalai Lama, no es otra la intención al formular el asunto de una manera tan sencilla. La simplicidad suele ser más efectiva, y así creo que todos entendemos lo que el Dalai Lama ha querido decir con lo de "una sociedad feliz": que si las personas encuentran el modo de superar sus tendencias destructivas y logran establecer una relación más sana y objetiva consigo mismas y con los demás, la sociedad en conjunto se beneficiará, siendo un espacio más adecuado para la convivencia.

    Estamos de acuerdo también en lo estéril y contraproducente que es desear la felicidad, ese concepto por otra parte tan vago y ambiguo. A pesar de que creo que ya ha quedado claro que tanto la intención de mi pregunta como la de las palabras del Dalai Lama estaban lejos de un anhelo de felicidad tal como lo has descrito, me gustaría hacer un par de puntualizaciones a tu comentario. En tu frase "por muy serena y budistamente que pueda disfrazar esa obsesión": Lo budista no tiene nada que ver con obsesión o deseo alguno; en el budismo se tiene muy claro que de lo que se trata es de vivir despierto y no de andar buscando la felicidad como si nos faltara algo. Por lo que tu alusión a lo budista en ese contexto me parece inadecuada. Y otra puntualización, esta vez a tu frase "o simplemente (¡estúpida humildad de los corderos!) esperando silenciosa y mendicantemente al pie de ella a que se le abra": Opino que la humildad, la alusión al cordero y la espera silenciosa son cosas que están muy en contacto con una noción realista de esa felicidad que viene y se va como el viento, que sopla donde quiere. Me explico: sólo desde la humildad, en la esperanza, es posible sanar espiritualmente, o dicho de otra forma, sólo deshaciéndose de los deseos y entregándose en confianza al presente (lo único real), adviene algo parecido a la "felicidad", si se puede decir así.

    La cita de Nietzsche me parece muy adecuada y creo que sintetiza tanto tu postura como la mía. Y, como dices a continuación, lo importante es la obra, sin que haya que estar esperando la felicidad como un premio. "No hay ningún mérito", dijo Bodhidharma muy clara y concisamente a este respecto, desde el budismo.

    En tu última frase, me vuelve a chirriar personalmente que incluyas las palabras "nirvana" y "mística" ligadas a una valoración negativa de un tipo de persona que en verdad está muy alejado de lo que realmente significan esos términos. Pero creo que entiendo lo que quieres decir aludiendo al gris "individuo feliz". Cuya sonrisa evoca un falso nirvana y una falsa mística.

    En conclusión, coincidiendo con la tuya, creo que estamos de acuerdo: todo cambio ha de empezar por las personas. Y aquí conectamos con la hipótesis que tanteaba en mi post acerca de las condiciones para un "cambio evolutivo" en la conciencia de la especie.

    Espero que mi minuciosidad a la hora de contestarte no te resulte molesta, pues procuro hacerlo así desde el respeto.

    Un abrazo.

    Fecha: 10/11/2006 00:10.


    Autor: Daniel

    Cito a continuación un texto de Kierkegaard que creo que viene muy a cuento de lo que andábamos hablando, y seguramente podrá aportar algo.

    (Vía Esperando nacer, http://www.hjg.com.ar/blog2/n126.html?pm=1#post20061108005207 ).

    Éticamente hablando, la pasión más alta es la del interés (lo cual se expresa en que uno, a través de sus actos, transforma toda su existencia en relación con el objeto de su interés); mientras que estéticamente hablando la pasión más alta el la del desinterés. Un hombre que se desprende de sí mismo a fin de alcanzar algo grande, sigue una inspiración de orden estético; un hombre que se desprende de todas cosas para salvarse a sí mismo, sigue una inspiración de orden ético. [...]

    La felicidad eterna sólo tiene relación con una persona verdaderamente existente, nunca con el orador que tiene la cortesía de incluirla en la lista de bienes que desea. La gente no suele animarse a negar ese bien; de modo que lo incluyen; pero justamente, al incluirlo, están mostrando que no lo incluyen. No sé si son para reír o para llorar, semejantes enumeraciones: un buen trabajo, una mujer hermosa, buena salud, prestigio y poder... y también la felicidad eterna. Es curioso que una persona, con sólo hablar de una cosa, pueda mostrar que no está hablando de esa cosa...

    De esa manera, desear la felicidad eterna es doblemente absurdo; primero, porque se la desea como un bien adicional, como si fuera un regalo sorpresa en un arbol de Navidad; y segundo, porque se la desea: pues la felicidad eterna sólo tiene relación con la existencia, no con la dialéctica-estética de un genio que cumple tus sueños. [...]

    Pero me dirá alguno de esos caballeros voluntariosos, uno de esos hombres serios que quieren hacer algo para alcanzar la felicidad eterna: "¿No se puede determinar con certeza, claridad y brevedad qué es, al fin y al cabo, esa felicidad eterna? ¿No puede Ud. describírmela, mientras me afeito, tal como un poeta describe la hermosura de una mujer, la púrpura regia, o un país remoto?". Afortunadamente, no, no puedo hacerlo; afortunadamente no soy una naturaleza poética o un clérigo amable, pues entonces podría intentar hacerlo... y acaso lo lograra, acaso lograra reducir la felicidad eterna a categorías estéticas, de manera que el máximo de la pasión (pathos) se concentrara en la maravilla descriptiva. Y esto, aun cuando la tarea es, estéticamente hablando, desesperada: hacer algo —estéticamente— de una abstración como la felicidad eterna.

    Porque —estéticamente— es muy apropiado que a mí, espectador, me encante la escenografía y la luz de luna teatral, y que regrese a casa satisfecho tras haber pasado una tarde agradable; pero, éticamente, sigue siendo cierto que no hay en mí otro cambio que el causado por mis actos.

    Éticamente, es bien apropiado que la pasión más alta del individuo auténticamente existente se corresponda con lo que, estéticamente, es la idea más pobre: la de la felicidad eterna.
    Y es apropiado (estéticamente entendido) lo que dicen los ingeniosos: que los ángeles son los seres más aburridos de la creación, que la eternidad es como un día interminable y aburridísmo (¡ya un solo domingo resulta aburrido!), una interminable monotonía, y que incluso la desdicha parece preferible. Éticamente, está bien que así sea, para que así el individuo existente no pierda su tiempo imaginando esto y lo otro, y en cambio se vea apremiado a actuar.

    S. Kierkegaard. (De "Postcriptum acientífico conclusivo a las Migajas Filosóficas").

    Fecha: 10/11/2006 00:25.


    Autor: Toni M. Jover
    Me parece brillante -además de muy interesante- esta reflexión (y brillantísimos, por cierto, los paralelismos física-lenguaje y física-ética).

    Lo que signifique "sociedad feliz" no creo que sea importante en esta reflexión, pues es evidente que el término "sociedad" implica más de uno y el término "feliz", pese a que siempre es subjetivo e individual, significa lo mismo para todos si lo desnudamos de perspectiva: pronuncia la palabra "felicidad" a secas, pues todos sabemos qué significa aunque cada uno tenga su propia manera de entender cómo llegar hasta ella. El Hombre quiere una sociedad feliz: es más, yo considero que el Hombre desea un "mundo feliz", un "cosmos feliz", en el que la muerte y el sufrimiento no sean el motor de la naturaleza como lo es en el nuestro. Probablemente -y aunque nadie se ha podido comunicar tan profundamente con un animal para saberlo a ciencia cierta- es eso lo que nos hace diferentes al resto de especies: el Homo llegó al mundo, lo vio y dijo "no me gusta". Creo que es muy ilustrativo, para entender este concepto del hombre insatisfecho, el mito budista de Siddartha. También creo que una perspectiva parecida inspiró los mitos que desembocaron en el relato mosaico del Génesis y la expulsión del Paraíso: el Hombre toma conciencia del Bien y del Mal, y se rebela -o viceversa-, perdiendo su armonía con el contexto.

    La Naturaleza, por lo que creemos haber aprendido de ella, parece tenerlo todo calculado. Llámesela Dios, si se quiere... ¿En qué cálculo se comprende que el Hombre tenga que rebelarse contra ella, contra el carácter indiscriminado del cosmos, y crear conceptos como "justicia" o "ética" -entiéndanse como anteriormente el término "felicidad"-? En qué cálculo se comprende que deba rebelarse contra sus propios instintos, y vivir en este infierno de insatisfacción? ¿Quizá dotarle de la capacidad de transformarla? O mejor dicho, ¿quizá convertirle en el engranaje que facilite alguna evolución en el propio corazón de la Naturaleza? De evolución se habla en este texto. Que el Hombre tiene una infinita capacidad de transformar la Naturaleza, se sabe; pero la parte de la Naturaleza que más le cuesta transformar es la suya propia, su instinto, supeditado a la supervivencia de la especie desde una perspectiva primigenia, aún salvaje... ¿Procurará la "civilización", y el desarrollo de la "ética" y la "justicia", un cambio evolutivo?

    Yo creo que podría, pero que hay un importante escollo que superar, un problema que no parece tener solución: para que el Hombre pueda completar su evolución -estoy hablando siempre desde la suposición de que lo dicho en el anterior párrafo respecto al sentido de nuestra "rebeldía" fuera cierto- es necesaria la sostenibilidad de su propia sociedad. Quiero decir: cada conquista histórica de una sociedad mejor va unida a una paz económica determinada, y es en el contexto de quienes no necesitan preocuparse de sus necesidades básicas, de quienes pueden abstraerse de la llamada urgentísima del "soma", donde evoluciona más y mejor -aunque muy lentamente- el pensamiento. Pero hasta ahora, nuestros progresos han estado supeditados a la cruda realidad de la "involución", pues siempre han sido discriminatorios: a aquellas facciones que dejamos al margen de la bonanza no les queda otra que apretar por haberse quedado fuera, y al final el sistema revienta y se retrocede.

    Pero es inevitable: los instintos que nos hacen jerárquicos (es decir, "clasistas"), brutalmente competitivos (es decir, "violentos"), gregarios (es decir, "racistas") y a la vez extremadamente individualistas (es decir, tremendamente "egoístas"), todos ellos orientados a la supervivencia y selección de la especie en estado salvaje, son demasiado poderosos. Y estamos fracasando por nuestra propia ineptitud. Somos incapaces de confeccionar un sistema igualitario para todos, que sería el único realmente sostenible y libre de involución: hasta el socialismo y el liberalismo se han topado de bruces con la triste realidad de que somos instintivamente clasistas, racistas, violentos y egoístas. Pongamos que sea cierto, que la Naturaleza nos ha ideado como herramienta de transformación... Estaremos fracasando, y ya sabemos que hace la Naturaleza con las especies que fracasan: las extingue, por cualquiera de sus infinitos mecanismos.

    Esa transformación natural de la que se habla en este texto pudiera tener lugar, por qué no... Aunque yo soy muy pesimista al respecto, por todo lo anteriormente expuesto. Ojalá me equivoque.

    Y eso es todo lo que quería comentar. Bueno, no es cierto: me vienen tantas ideas a la cabeza que no sé ni cómo empezar a exponerlas, pero creo que ya me he excedido en líneas.

    Abrazos, Dani.

    Fecha: 10/11/2006 04:03.


    Autor: Daniel

    Me parece acertada tu consideración sobre el tema de la felicidad. En ese contexto, coincido contigo en reconocer el origen de la insatisfacción del ser humano en el uso del discernimiento, que se manifiesta simbólicamente en el relato bíblico que citas y que implica una separación puramente mental entre el yo y lo otro, con una distinción entre "lo que me gusta" y "lo que no me gusta" en función de esa idea del yo.

    No obstante, como también apuntas, "la Naturaleza parece tenerlo todo calculado". Se da la paradoja de que esa misma facultad que nos impide ver la realidad tal cual es nos proporciona al mismo tiempo la herramienta para relacionarnos con el mundo a la manera humana, saliendo de la animalidad. Me ha gustado tu idea del hombre como "engranaje que facilite alguna evolución en el propio corazón de la Naturaleza". No sé cómo puede suceder ese cambio evolutivo. Pero me parece que no creo que se deba al desarrollo de la ética y la justicia, al menos como criterios y sistemas racionales. Creo que habría que mirar más bien hacia una apertura a un nivel de respeto tal que impregne todas las actividades humanas. Un respeto que no dependa tanto de la lógica o de los principios de una determinada cultura, como del profundo reconocimiento de la legitimidad del otro desde sí. ¿Cómo conseguir que se dé ese profundo reconocimiento? En el libro que cito en el post, se aborda el problema en relación con los métodos contemplativos, que posibilitan dicha apertura.

    Muy interesante tu aportación sobre la necesidad de la sostenibilidad económica de la sociedad para que se pueda dar un avance. No estoy seguro de qué postura adoptar frente a este problema. Sólo apuntar que no parece que las personas con las necesidades básicas cubiertas sean necesariamente más felices que las que están en una situación mucho más precaria. Y parece que en una sociedad rica como la nuestra, en la que esas necesidades parecen cubiertas, la insatisfacción crece sin cesar. En cambio, como me comentaba hace poco un amigo, impacta ver la actitud vital de las personas que viven en países poco "desarrollados", muy diferente a la corriente aquí. Quizá -es sólo una idea del momento- la clave no resida tanto en lograr una paz económica para todos que posibilite preocupaciones menos carnales y más "espirituales", sino en abrirse a las necesidades del ser humano en el momento presente, sea cual sea la situación mundana, favorable o desfavorable a nuestra estabilidad económica. No obstante, al mismo tiempo creo que es cierto que gracias a ciertas condiciones de estabilidad es posible plantearse problemas como el que estamos tratando.

    Una última nota: ¿Quizá la clave resida precisamente en la insatisfacción creciente que se respira en el mundo moderno -"posibilitada"por su estabilidad puramente material- como motor para el cambio?

    Un abrazo, Toni.

    Fecha: 14/11/2006 17:05.


    Autor: Toni M. Jover

    "Sólo apuntar que no parece que las personas con las necesidades básicas cubiertas sean necesariamente más felices que las que están en una situación mucho más precaria. Y parece que en una sociedad rica como la nuestra, en la que esas necesidades parecen cubiertas, la insatisfacción crece sin cesar(...)¿Quizá la clave resida precisamente en la insatisfacción creciente que se respira en el mundo moderno - 'posibilitada' por su estabilidad puramente material- como motor para el cambio?"

    Ahí es donde quiero llegar, amigo Dani. Hablamos de una hipotética felicidad "universal", tomar camino hacia la cual quizá sea el "sentido" de la rebeldía humana. No creo que el camino se encuentre en una felicidad individual, que acepte su contexto sin discrepancias como lo hace -o parece hacerlo- un animal: el camino probablemente no sea pasivo sino activo, no sea de docilidad sino de insurrección. La urgencia de lo somático, la carencia material, "desvía" la atención del Hombre: ya sabemos ese principio filosófico según el cual contra más "inferior" es el "cuerpo" desde el que se llama a la conciencia, más exigente es la llamada. Reducidas a su mínima expresión las exigencias físicas, la insatisfacción se hace incluso más patente por más desesperante -el objeto que hiere, al no llamarse "hambre", ni "frío", ni "pobreza", se revela más ignoto-... La conciencia se pregunta desde dónde se le está llamando, y la exploración amplía fronteras. Quizá.... O quizá no. Terrible duda. Pero yo creo que la senda no está en la aceptación, en asumir por la fe lo que no soy capaz de comprender, sino en la voluntad de alcanzar esa comprensión para conocer los mecanismos de la Naturaleza y poner en marcha su transformación. Abogo por un sendero -digamos- "luciferino"... ;-) O quizá no tan luciferino: quizá es para eso mismo que la Naturaleza, Dios, nos ha concebido.

    En cualquier caso, un placer este pequeño debate.

    Abrazos.

    Fecha: 16/11/2006 00:51.

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